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—¿¡Hay algún sitio donde nos podamos esconder!?

La chica lo miro pensativa, había admirado que corriera con el cuando se lo había dicho pero su padre también había empezado a subir la velocidad.

—Sigueme.

Corrieron, lo suficientemente rápido para perder de vista a su padre y cuando llegaron al mostrador la mujer de antes, abrió los ojos.

Pasaron detrás, la chica abrió la trampilla a un sótano, tapada por la alfombra.

Se metieron los tres, la mujer no hacía preguntas, la muchacha se abrazaba a si misma.

Si se concentraba lo suficiente podía escuchar a su padre caminar, podía escucharlo insultar.

Si el podía escucharlo el también a él.

Tenía que tener cuidado.

—No hagáis ruido.

—Voy a llamar al 911.

—En silencio.

La muchacha asintió, se dio cuenta de que no sabía sus nombres, tal vez eso era mejor, si pasaba algo al menos no tendría nombres en su conciencia.

Escuchaba el murmullo de ella hablando, y no había tenido tantas esperanzas en su vida.

Aún así había algo en el que le decía que todo iba a terminar mal.

Si la policía llegaba, el los iba a ver, el iba a huir, escaparía y tendría que vivir con miedo.

Y estaba cansado del miedo.

—Quedaros aquí.

—¿Donde te piensas que vas?

—El huirá el momento que vea asomar un coche patrulla, y se que no me va a matar. A vosotras sí, quedaros aquí.

Las mujeres no respondieron, pero derrepente habia algo pesado en el ambiente, una mezcla de preocupación y gratitud.

Cuando salió con cuidado de no hacer ruido no tuvo miedo, cuando puso bien la alfombra para que no se viera la trampilla quiso volver a entrar.

Cuando se dio la vuelta y empezó a deambular el miedo volvió.

Cuando lo vió, el odio fue mayor que el miedo.

—¿Acaso creías que podías escapar?

Si lo creía, cuando salió corriendo su padre no tardó en seguirlo, pero algo, no sabía el qué, tal vez la esperanza, tal vez otra cosa, le había dado fuerzas. Fuerzas para huir, fuerzas para sobrevivir.

Entre pasillo y pasillo, habitación y habitación, el seguía corriendo y su padre también, podía sentir como con cada segundo el enfado de su padre era mayor.

El mundo se cayó cuando lo que había frente a el era un pared, cuando no podía seguir huyendo.

Se dio la vuelta despacio, y esa afirmación de que no lo iba a matar desapareció cuando lo encontró, con la furia oscureciendole la mirada.

El revolver en mano, preparado para disparar.

Quiso gritar, correr, suplicar, quiso hacer de todo en esos breves instantes, pero ya no podía.

La esperanza fue como una última patada cuando un oficial apareció detrás de su padre pero se fue tan rápido como vino, porque el agente había abierto fuego y su padre también.

Derrepente todo lo que quedaba era remordimientos y paz.




•In Your Arms•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora