10. Búscalo

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Pacífica

Corrí torpemente hacia la puerta con intención de salir lo mas pronto posible, pero parecía que el fantasmita tenía ganas de jugar conmigo.

La puerta se cerró igual de fuerte que la vez anterior, casi aplastándome los dedos de la mano si no los sacaba antes.

-¡Déjame salir! - grité al torbellino de viento que seguía destruyendo el lugar.

Un cuadro voló en mi dirección y casi me aplasta por completo. Grité después de tirarme al suelo y cubrirme la cabeza.

Todo ese tiempo el fantasma se ocupaba de fastidiarme, nunca habia intentado dañarme exceptuando la vez en el bosque.
Parecía que se habia hartado.

La irregular figura gris que estaba destruyendo el lugar con su viento comenzó a acercarse hacia mí.

-¡Alejate! ¡aléjate cosa horrible! - le lancé lo primero que encontró mi mano (un libro) mientras daba pasos inestables hacia atrás. -¡Déjame!

Bueno, era inútil gritarle, porque a pesar de todos mis chillidos se acercó hasta que sentí su viento rodear mi tobillo y comenzar a arrastrarme por el lugar de la misma manera que había pasado en el bosque.

Gracioso.

Intenté defenderme de la misma manera en que lo había hecho aquella vez, pero no pareció funcionar.

-¡Viejo Mcgucket! - grité, ya sin vergüenza.

La cosa extraña pareció cansarse de arrastrarme y me soltó casi en el aire. Caí sobre los restos de una silla echa añicos. Una madera puntiaguda y astillada se clavó en mi mano derecha.
Reprimí un grito y mis ojos se nublaron en lagrimas de dolor.

Un calor abrazador me hizo sudar y noté que estaba junto a la chimenea.
Con una media idea en mente, tomé la pata de la silla de madera y acerqué la punta al fuego, creando una especie de antorcha.

Cuando la figura de aire revuelto volvió a acercarse, levanté el arma improvisada.

Y gracias al cielo, pareció funcionar.

El tornado se alejó de mí y comenzó a destruir con más furia el resto de las cosas, pero al menos a mí no se acercaba.

Una risa histérica de victoria escapó de mis labios.

-¡¿Acaso te dió miedo?! - me burlé.

Mala idea.

Una brisa de aire frío pasó sobre mí y apagó el fuego de mi antorcha.

Mierda.

El aire volvió a rodearme y elevarme sobre el suelo.

-¡¿Que esta pasanso aqui?! -El viejo Mcgucket apareció en el marco de la puerta con el rostro sorpendido.

De un segundo a otro, el aire, el tornado, el fantasma, lo que fuese que era esa cosa, despareció.

Bendito fuera Mcgucket.

-¡Por todas las ardillas! - gritó el viejo mientras lo escuchaba acercarse. -¿Estas bien niña?

Mi mano derecha estaba inundada en sangre, sentía todo mi cuerpo arder, no podía levantarme, estaba rasguñada y cubierta de mugre y astillas por todo el cuerpo.

-Estoy bien - respondí.

-¿Que haz echo para que un fantasma se enfade tanto contigo? - preguntó mientras intentaba ponerme de pie.

-¿Entonces sí es un fantasma? - pregunté sin aliento.

-Pues claro, lo reconocí apenas ví esa nube de viento que te envolvía.

-Como...- las palabras no me salían.

-Los fantasmas sólo se dejan ver cuando quieren, es probable que éste no quería e invocó un hechizo de tornado para lastimarte sin dejarlo a él en descubierto.

Lo miré impresionada.

-¿Es eso lo que buscabas con tanto esmero en la biblioteca?

No pude responder.

-Hubieses acuido a mí, niña. ¿Olvidaste las veces en que ayudé a Dipper? Sé mas de esos fantasmas que todos los libros en esta biblioteca.-

Hice una mueca incomoda por no haber acudido en su ayuda primero.

-Lamento el desorden - dije con un hilo de voz.

La biblioteca no estaba desordenada, estaba destruída.

-Se puede reparar. - dijo Mcgucket encogiéndose se hombros - Pero primero hay que librarte de ese fantasma.

La mención pareció haber tenido algun tipo de invocación porque en el segundo en que lo dijo, las luces que quedaban se apagaron.

Me paré de un salto, con una mano sobre el hombro del viejo.

-Sal de aquí. - susurró él.

-Pero...

Una ventana estalló.

-¡Corre! ¡Vete! - me empujó hacia la puerta de la biblioteca.

Corrí a tropezones hacia la salida antes de que se cerrara nuevamente, volteé para ver por el rabillo del ojo como Mcgucket sacaba una extraña pistola de un cajón de un mueble tirado en el suelo.
El tipo notó mi mirada dubitativa sobre él y me hizo una seña para que siguiera corriendo.
Justo cuando el fantasma lo tomaba de los pies de la misma manera en que me lo había echo a mí.

Amagué en su dirección para ayudarlo pero su voz me frenó.

-¡No! ¡Corre! ¡Sálvate tú!

Me volví con intención de salir lo mas rápido posible, justo cuando escuchaba la voz de Mcgucket una vez más.

-¡BÚSCALO!

No necesitó explicar a quien se refería.

Resbalé por las escaleras, me arrastré por la alfombra del pasillo, corrí con la velocidad de mi vida, atravesé la puerta de entrada y seguí corriendo por el jardín.

No me detuve cuando atravesé el portón, no me detuve cuando llegue al pueblo, no me detuve cuando me adentré en el bosque. No me detuve cuando los últimos destellos de luz desaparecían.

No me detendría hasta dar con Dipper.

No me detendría hasta dar con Dipper

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