12. El plan

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Pacífica

Si alguna vez tienen la oportunidad de subir a una camioneta manejada por Dipper, huyan.

Si no tienen otra opción, déjenme advertirles algunas cosas:

1. Su talento de manejo es igual de bueno que el de un niño.
2. Casi derrapa en las curvas.
3. Todo el viaje se la pasa en silencio y con el ceño fruncido como si estuviera enojado (al menos asi fue conmigo)
4. Si le caes mal hará lo posible con molestarte, ya sea frenando de golpe o acelerando de repente mientras intentas acomodarte el cabello.

Puedo afirmar con certeza que cada una de esas advertencias son reales porque las viví yo misma de camino a la mansión.

A la quinta vez que frenaba de repepente y casi me mandaba a volar de no haber sido por el cinturón, no aguanté más.

-¡Deja de frenar así! - grité.

-Se cruzó una ardilla-contestó él con un pésimo don de la mentira.

Las ultimas veces que había "frenado sin querer" habian sido por una paloma, una rana, una largartija, y una rama.
Su absurda excusa me tenía cansada.

Apreté los puños y me obligué a guardar la calma una vez más, sabiendo que ya estábamos llegando y era mejor mantenernos pasivos entre nosotros.

Tomé mi mochila en manos y revolví las cosas hasta dar con una liga para atar mi cabello en una trenza.

Viendo los cerillos que se encontraban allí también, recordé mi enfrentamiento con el fantasma, y me pareció necesario mencionárselo a Dipper.

-El fantasma le teme al fuego.- dije.

Antes de contestar se giró a verme con rostro confundido por haber roto el silencio con algo que no fuera un insulto.

-¿Cómo sabes eso? -preguntó.

-Porque cuando quizo matarme me defendí con una antorcha improvisada.

-¿Entonces lograste herirlo?-su tono derramaba sorpresa.

-No - dije secamente. -Apagó el fuego antes de que pudiera alcanzarlo.

Dipper resopló.
-Es inútil entonces.

Puse los ojos en blanco.
-Entonces... - observé el camino y note que estabamos a menos de unos cinco minutos por llegar- ¿qué haremos?

-Lo venceremos de la misma manera en que lo hicimos aquél año. Buscaré el espejo de plata mientras él esté distraido, lo encerramos allí y luego salvamos a Mcgucket, fin.

-Veo varios errores en tu plan.

-No me digas - contestó con sarcasmo.

-Primero, ¿cómo piensas que se distraerá el fantasma?

-Contigo, claro. -me miró- Serás la carnada.

Me encongí de hombros con orgullo, pasando por alto su intención de hacerme enojar.

-Hasta a los fantasmas les atraigo, claro.

Ignoré su bufido y seguí hablando.

-Y segundo, la vez que metimos a ese fantasma en el espejo de plata logró salir, ¿cómo sabes si este no hará lo mismo?

-No lo sabemos.

-¿Y entonces?

-Lo sabremos cuando llegue el momento. - justo cuando terminaba de decir la oración, detuvo el auto.

Miré confundida los arboles que nos rodeaban, sin llegar a distingir la mansión aún.

-¿Porqué frenaste? - pregunté con tono molesto.

Destinos EntrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora