26. Alcánzame si puedes

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Pacífica

Bueno, siempre creí que moriría mientras dormía en un hotel de París a los cien años después de haber sido famosa y exitosa.
Pero en ese momento parecía que moriría asfixiada a manos de un fantasma.

Que decepcionante.

Dí un grito cuando mi cuerpo salió volando y me golpee la espalda contra una pared de mármol.
Como si eso hubiese sido poco,el mismo tronco de árbol que el fantasma nos había tirado hace unos minutos se estampó contra mi estómago y comenzó a presionar, dejándome sin aire.
Era una sensación desagradable, luchaba por respirar sin resultado alguno y resistía las ganas de vomitar.

Mi mente estaba en blanco, no encontraba la fuerza para gritar, moverme o pensar.
Tan solo quería que el dolor cesase.

Mi mirada comenzó a nublarse, mis ojos se llenaron de lagrimas y caí al vacío.

Por un segundo creí haber muerto, pero tan solo resultó ser que el fantasma me había soltado y que acababa de caer al suelo.
Permanecí de rodillas en el piso, intentando enfocar la vista y obligándome a permanecer valiente.

Cuando sentí unos delicados dedos rodeándome por los hombros me estremecí, hasta que la tranquila voz de Mabel me devolvió la calma.

-Tranquila, estas bien. - murmuró con una sonrisa. Y ese simple gesto de delicadeza y amabilidad en un momento tan angustiante casi logró desmoronarme en lágrimas.

Me tomó ambas manos y me ayudó a levantarme, mientras comenzaba a volver en sí.

-Haz respiraciones profundas ¿si? Inhala - Mabel respiró hondo a modo de ejemplo. -Y exhala - expulsó el aire.

Mientras la imitaba en sus respiraciones busqué con la mirada la razón de mi liberación.
Encontré a Dipper metros mas lejos haciendo lo que podía mientras luchaba contra el espectro utilizado un solo espejo de plata.
Aquello fue suficiente para hacerme entrar en razón.

Tomé a Mabel de los hombros con fuerza y la miré con intensidad.

-Debes irte.

-¿Que?

-Mcgucket está en la camioneta de tu tío, no está lejos de aquí, debes irte antes de...

-No pienso irme a ninguna parte.

-Yo lo distraeré, tu corre hacia la camioneta y...

-Ni loca. Me quedaré con ustedes.

-¡Mabel escúchame! ¡Ese fantasma está demente! Debes irte.

Mabel me abrazó repentinamente.

-No te dejaré sola.

Quería seguir insistiendo, pero Mabel parecía desidia a quedarse, por lo que me di por vencida.

Ella se separó y pasó sus manos por mi cabello como si estuviera peinándolo con un gesto demasiado maternal.

-Ahora entiendo la obsesión de Dipper con tu cabello. - dijo.

-¿Que?

-Vamos, parece estar necesitando ayuda. - me tomó de la mano y corrimos hacia su hermano.

Dipper estaba metros mas lejos, esquivando lo que parecían ser trozos de piedra.
Rebusque en mis bolsillos el pequeño espejo de plata y lo sostuve con fuerza a medida que nos acercábamos.

Como si la situación no se pudiera poner más extraña, de la nada apareció Mcgucket atravesando el jardín manejando la camioneta de Stan. El vehículo tenía nuevas abolladuras y algunas ramas enganchadas al parabrisas pero allí estaba, vivito y coleando.

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