16. Un escape

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Pacífica

Mi vista estaba nublada de ira y lagrimas.

Ira por mí, por Dipper y por el fatasma.

Lágrimas de impotencia, verguenza, fustración y dolor.

Estaba entre la delgada línea de querer destruílo todo o esconderme para largarme a llorar.

Pero cuando observé la silueta irregular del fantasma salir del espejo roto, mis sentimientos cambiaron drásticamente.

Ya no estaba enojada, ni dolida.

Cada extremidad de mi cuerpo se volvió frío como el hielo, me quedé sin aliento, y mis pensamientos quedaron en blanco.

Tenía miedo.

Los ojos de Dipper reconocieron mi expreción y volteó para ver qué era lo que pasaba.
Pareció tener mi misma reacción.

El fantasma recuperó su imponente figura y sonrió con satisfacción.

Nos había engañado.

Creí que se reiría, se burlaría, nos hablaría o mataría...pero tan solo se esfumó.

En un parpadeo, un suspiro, un segundo...ya no estaba.

Fue como si mi cuerpo se hubiera bañado en un balde de agua helada.
La adrenalina sugrió dentro de mí en el segundo en que el fantasma desapareció, y eché a correr.

Sabía lo que el fantasma haría. Ya lo había echo la primera vez, cuando logré escapar yo y Mcgucket no.

Así era el juego.

Sales de la casa antes de que te encierre, vives.
Te quedas dentro, mueres.

Pasé de largo el pasillo de alfombras lujosas y llegué al salon central, corrí con todas mis fuerzas hacia la gran puerta de entrada, tiré de ella con todas nus fuerzas y...no se abrió.

Volví a intentar, pero esa vez con otro par de manos de ayuda.
Dipper me había seguido por detras sin que me diera cuenta, y ahora ambos intentábamos escapar.

Utilicé el enojo que tenía hacia Dipper y tiré mas fuerte.

La manija de las puerta se rompió y caí de espaldas al suelo con un golpe seco.

Dipper se volteó a verme y luego regresó su vista a la puerta, con un pequeño agujero por donde debía estar la manija.
Giró hacia mí nuevamente.

-Vamos - dijo extendiéndome una mano.

La rechazé y me paré sola.

-Sígueme - dije. Y corrí hacia la puerta de entrada que utilizaba el personal de cocina.

El pulcro silencio de la mansión fue interumpido por un revuelto de muebles y candelabros en alguna parte del piso de arriba.

El fantasma estaba destruyéndolo todo.

Tenía el corazon palpitándome en la garganta, intentando pensar cuál sería la salida mas apta e ingeniosa, con mi adrenalina intentando rechazar el miedo.

Tenía el corazon palpitándome en la garganta, intentando pensar cuál sería la salida mas apta e ingeniosa, con mi adrenalina intentando rechazar el miedo

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