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—Estoy inmensamente feliz. —Edu no paraba de repetir lo feliz que se sentía con Elionor fuera de casa. —Me esforcé tantos años y ella lo logro, ¡salió de casa!

—Me alegra mucho que lo logrará. —le dije, estábamos en su oficina revisando un expediente de un caso sobre violación qué ahora quedaba de lado.

—Cuando me lo dijo no podía creerlo… es mi hermanita y estoy muy orgullosa de ella. —me contó. —Gracias por también apoyarla, esto es todo un reto para ella. —dijo y dio por terminada la conversación cuando volvió a leer el expediente.

Concentrada se veía aún más hermosa y tenerla delante de mi solo me distraía, no podía concentrarme en los registros del expediente.

A las tres teníamos que irnos de la firma para poder llegar a la primera clase, pero Elionor no estaba por ningún lado.

—¿Sabes donde esta Elionor? —tuve que volver a la oficina de Edu y la imagen que encontré fue de completo desagrado, Salma estaba sobre las piernas de Edu la estaba besando, esa escena no solo provocó celos dentro de mi sino que también un dolor por ser tan cobarde y no decirle nada. —Lo siento… no quería interrumpir. —¿Como no las vi antes de entrar?

—No interrumpes nada Majo… —Edu intento levantarse pero pude notar como Salma se lo impidió.

—¿Sabes donde esta Elionor? —volví a preguntar.

—Si, me pidió que te avisará qué se iba a la universidad, tenía que pasar a la biblioteca. —ahora entiendo porque no respondía mis mensajes ni llamadas.

—Ok. —fue todo lo que dije intentando retener mis lágrimas, no quería llorar aquí. Ya lo haría más tarde en la comodidad de mi cama.

El resto del día pasó sin mayor inconveniente o así parecía hasta que Elionor se ofreció a llevarme a mi casa, quería negarme porque era Edu quien venía a buscarla y hoy no quería estar cerca de ella. Acepte sin muchos ánimos y ella lo notó, la incomodidad se hizo mayor cuando Edu llegó con Salma.

—Hola chicas. —saludó cuando subimos al auto.

—Hola. —la única que respondió fue Elionor y sentí la mirada de Edu a través del retrovisor. —No sabía, lo siento.

—No te preocupes. —fueron las únicas palabras que intercambiamos en todo el camino.

—Gracias. —salí del auto sin esperar respuesta, entre a la casa y mamá me esperaba sentada en el sofá leyendo un libro.

—¿Como te fue? —no levantó la vista del libro y solo me senté a un lado, deje caer mi cabeza sobre sus piernas. —¿Qué pasó, mi vida? —dejo su libro y sentí sus caricias en mi cabello, lo que provocó qué mis lágrimas brotaran. —¿Otra vez Edu? —solo asentí no quería hablar y mamá lo entendió.

—¿Por qué … por qué no hay manera de detener esto que siento…? ¿O si? —solloce sobre sus piernas. —¡Por qué me duele un mucho! —mi llanto ya no me dejaba. —Me duele el pecho como si… como sin un elefante me estuviera aplastando… ¡es horrible, mamá! Es lo más horrible del mundo… —seguía con mi llanto.

—Lo sé, mi amor. —siguió con sus caricias. —Es como tener el corazón roto. —susurró.

Me quede un rato en esa posición y a pesar de que sentía que mamá quería decir algo sobre este sufrimiento, se contuvo y solo estuvo a mi lado dándome su apoyo, después me diría lo que ahora no se animo.

Muchos dicen que el último año de universidad pasa demasiado rápido y tiene razón, solo quedaba un mes para terminar las clases y sentía que todavía no estaba lista para el mundo laboral.

Mi Secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora