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El domingo fue una tortura porque a pesar de mensajear todo el día con Edu, papá hablaba en serio cuando dijo que no tenia permiso de salir y mamá lo apoyaba solo para verme dar vueltas por la casa, no dejo ni siquiera qué saliera al jardín.

—Buenos días, ¿puedo pasar? —pregunte abriendo la puerta de su oficina. Por fin llegó el lunes.

—Adelante. —su voz sonó algo baja y entre lentamente, estaba hablando por teléfono. —Te veré a las 5 en catedral. —dijo y me senté en la silla frente a ella como me indicó. —Si, perfecto. —colgó y se levantó para servirse una taza de café. —A veces odio a quien decidió qué las oficinas tuvieran esa pared de cristal. —me reí porque todo el frente de su oficina es de vidrio muy bien pulido.

—Si, ahora mismo también lo odio. —concorde con ella. —Perdona la actitud de papá, esta un poco protector conmigo.

—¿Sobre mi? —asentí. —¿Él siempre lo ha sabido?

—Ya te dije que tú parecías ser la única que no se daba cuenta. —le recordé. —Aunque pensándolo bien seguro mamá le contó y comenzó a prestar más atención en nosotras.

—Tranquila ¿si? —me dio una taza de café. —Voy demostrarle qué estoy contigo porque también estoy enamorada de ti. —se quedó parada frente a su escritorio, tan solo unos centímetros cerca de mi. —Seguro ambos piensan que no siento lo mismo y sin duda los entiendo, pero por ti les voy a demostrar que lo nuestro es mutuo y no tendrán más remedio qué volver a aceptarme en su casa. —tomó mi mano sin importar que nos vieran.

—Es que no deberías porque hacer todo eso. —replique. —Te conocen hace diez años, saben quien eres.

—Si lo sé, pero no es sencillo ver a su única hija sufrir por amor. —no entendía porque se ponía de su lado.

—¿Por qué los defiendes?

—Porque si yo estuviera en su lugar tampoco dejaría entrar a mi casa al responsable del desamor qué sufre mi hija. —explicó como si fuera lo más normal del mundo. —Y teniendo una hija tan hermosa como tu, estaría igual de protectora.

No quería seguir más con ese tema, papá esta siendo muy grosero con Edu y mamá no hace nada para intentar apoyarme. En el fondo sé que mamá está disfrutando de la situación en la que papá puso a Edu.

—Buen día. —entró Eli y saludó sentándose a mi lado. Edu no parecía muy contentan y por la actitud de Eli solo me deja saber que el día de ayer discutieron porque se quedó con Maca.

Trabajamos durante un par de horas hasta que Edu nos dio un tiempo para ir a almorzar, diciendo que ella tenía que atender un asunto fuera de la firma.

—Voy contigo. —le pedí llegando al ascensor.

—No, no puedes ir. —entramos al ascensor. —Regresa con Benavides. —detuvo la puerta para que saliera.

—Él esta en los juzgados. —le dije. —Además ya no tengo que volver con él, ya te dije que seguiré trabajando contigo.

—Bien, eso lo discutiré luego con Benavides. —señaló otra vez la puerta. —Me tengo que ir o llegaré tarde. —no me moví y marco la planta baja.

—¿Por qué no me quieres llevar? —desde que comenzamos a trabajar siempre vamos juntas, no entiendo porque ahora me deja de lado.

—Es una asesoría al despacho de mis amigos. —algo me estaba ocultando. —Vuelvo en unas horas. —me dejo en la entrada del edificio y se fue en su auto sin dar más explicaciones.

Recordé la conversación qué tuvo esta mañana cuando entre a su oficina, te veo a la 5 en catedral. Eran segunda vez que escucha qué iba a ese lugar, mire la hora y eran más de la cuatro si iba a catedral tenía el tiempo justo para llegar. Tomé el taxi qué paso y decidí ir a la catedral, al llegar entre a la iglesia pero ella no estaba por ningún lado. Di un par de vueltas por fuera y ella no estaba aquí, casi cinco treinta volví a entrar y nada. Edu no venia a catedral.

Mi Secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora