IV

74 7 0
                                    

Faith

Doce puñeteros años pensando que había incinerado lo que sentía por él. Creyendo que todo estaba bien sepultado bajo tierra, al menos llegando al núcleo del planeta.

Pero erré al pensar eso.

Es increíble como esa persona que tanto te marcó, aún si pasen mil años sigues con las mismas jodidas sensaciones en el cuerpo al verla, al inhalar su aroma, al sentir su calor emanando cerca de ti.

Es absurdo sopesar que aunque mi mente haya olvidado, o eso afirmaré por ahora, mi cuerpo sigue sin encontrar inmunidad al estar cerca de él.

Es como si fuésemos dos polos apuestos sin nada entre ambos, es jodido, es muy jodido todo.

Mi mente está atolondrada por todo el cúmulo de sensaciones hace solo unos minutos atrás.

Primero el abuelo da la horrible noticia de que posiblemente le quede poco tiempo de vida. Y luego Dareen confiesa todas esas jacta de cosas.

Suspiro.

Estábamos bajo el mismo techo que nuestras parejas.

Vino con su mujer.

Yo tengo a mi marido, hace años que estoy con él. Con Erling todo es fácil, todo fluye a su cause sin impedimentos. Me siento plena con él, me siento deseada. Mas jamás sentiré ni pizcas de lo que siento cuando él está a mi lado.

Todo es diferente y ni doce puñeteros años han servido para olvidarle.

«—Ahora vete. Tu maridito te espera y recuerda: Cuando nos volvemos a ver, estemos dónde estemos o cómo estemos, voy a follarte Faith»

Su voz aún la siento en mis oídos y su aroma en mi nariz. Por inercia toco mis labios pensando en sus dedos sobre ellos hace solo minutos atrás.

—¿No dirás nada en toda la noche? —bufa Erling mientras conduce.

No le miro.

Estoy recostada hacia la puerta del auto, mirando a través de la ventanilla. No quiero discutir con él en este instante.

Mi mente es un lío y está conduciendo.

—Faith —me llama mi esposo haciéndome hervir la rabia que siento.

Nada nunca había estado tan desordenado. Todo desde aquel suceso lo he tenido bajo control, pero gracias a mi esposo, el puñetero control está saliendo de mis manos.

—No discutiré en el auto Erling —mascullo sin voltearme a verle.

Debe estar cabreado, lo sé, pero yo lo estoy mucho más. Acaba de hacer erupción el volcán que estaba inactivo hacía años, todo gracias a mi querido esposo.

Mi vida era tranquila.

Yo estaba en paz.

Lejos del torbellino llamado Dareen.

Le echaba de menos. Le recordaba cada maldito día, pero todo iba viento en popa sin él.

Ahora sus palabras no dejan de darme vueltas por toda la cabeza. Ya no somos dos críos que no sabíamos que hacíamos, ya somos dos adultos con vidas propias que tienen sus matrimonios y estabilidad.

Trago grueso.

El camino se hace corto cuando voy solo pensando en todo. Parquea el auto y bajo del mismo. Cierro y entro a lo que es nuestra casa de tres pisos. Desde que nos casamos vivimos aquí.

Subo directo hasta la habitación y cuando comienzo a cambiarme la ropa por el pijama, Erling entra.

Sus ojos me miran iracundos.

Cobrando Cadenas, Cobrando AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora