Final

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Faith

Lo habíamos enterrado junto a los Bowers fallecidos. Todos fuimos de negro como la costumbre lo indicaba y cada uno de nosotros lloramos ese día.

La despedida de Leonardo fue dura, su ausencia sería un puñal que nunca dejaría de sangrar. Él tomó la empresa familiar en un punto medio y la elevó mucho más, mi padre la mantuvo en su mismo sitio y yo, que creía que iba a aumentar los ingresos lo que hice fue destruirla por completo.

Estuve dos semanas luego de su entierro encerrada en mi habitación sin ver a nadie. La abuela me subía la comida, cosa que me ponía aún peor pues ella estaba tan mal como yo. Me pasaba las mañanas vomitando todo lo que comía, pero quise achacárselo a los nervios. Por nada del mundo iba a hacerme ilusión de estar embarazada. Podía haber posibilidad, pero no quería pensar en eso. No quería volver a sufrir por una criatura.

Si estoy embarazada lo sabré con el tiempo y junto a Dareen veremos que decisión tomaremos. Por ahora mi mente estaba solo ocupada en la empresa y en el abuelo.
Todos pasamos esos días distantes y tristes, Dareen estuvo conmigo cada noche. No sabía que hacía de día, pero de noche venía y dormía conmigo para luego irse en la mañana temprano.

Hasta que la tercera semana después de que murió el abuelo y que se hiciera noticia el estando del legado Bowers, me puse de pie con las fuerzas que aún me quedaban. Le había hecho una promesa e iba a cumplirla. No sabía cómo pero lo haría.

Bajo al comedor y veo la mesa vacía. Miro a la empleada que se acerca a mí.

—¿Y la abuela?

—Prefiere desayunar en el jardín —comenta—. ¿Le servimos la mesa señorita?

Paso saliva viendo el sitio que antes era ocupado por él, su voz se escuchaba desde antes de llegar al comedor, al igual que sus carcajadas.

Y otra vez mis ojos se empañan.

—No. Tomaré algo fuera.

Y giro mi espalda saliendo de la mansión. El deportivo que uso está aparcado fuera y desde las verjas veo a los reporteros esperando algún movimiento.

Bufo.

Había olvidado que vivir en New York siendo rico tenía sus lados espantosos. Y era que en cualquier revuelo, te caía un avispero gigante de periodistas.

Subo al auto poniendo mis gafas de sol y arranco hasta la reja. Abren la entrada de la mansión y salgo fuera con cuidado de no atropellar a ningún reportero, pues son tan frescos que se meten ante los autos y todo.

Me dirijo a la empresa y al llegar es la misma situación. Por tanto aparco el coche en un compartimento cercano y camino dos cuadras antes de llegar, sin ser vista por nadie voy por la parte trasera que es el ala de servicio. Ya dentro subo por las escaleras hasta el piso correspondiente.

La sala de juntas.

Con el pulso acelerado, pues había oído que Dareen estaba viniendo junto a mis tíos, comienzo a divisar a través de los cristales a caras reconocidas.

Todos me ven llegar y esperan que entre. Tomo un lugar en la mesa viendo a toda la familia ahí.

Todos los Bowers excepto la abuela están ante mí.

—El sistema está reforzado. Me encargué de eso —informa Dareen desde que llego y lo miro.

Asiento llevando los ojos a mi padre que alterna las miradas entre mi primo y yo.

—¿Cuánto necesitas? —pregunta Elvis.

Y parpadeo.

—Imagino que no haya que levantarlo todo de un día a otro, pero para comenzar, cuánto dinero necesitas —reitera su pregunta y noto que todos me observan.

Cobrando Cadenas, Cobrando AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora