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Faith

La ira me llena tanto que creo que debe hasta estarme saliendo humo de las orejas. Jamás me había pasado algo semejante y no sé cómo diablos reaccionar.

Porque me duele.

Joder. ¿A quién no le dolería ver a su marido con otra mujer casi desnuda en su propia habitación?

Es notable que estaban a punto de hacer algo. Y yo siento ganas de gritar, de llorar o romper algo con mis manos.

Es mi casa. Es mi puñetera habitación donde duermo y descanso.

Y ella estaba aquí solo envuelta por una camisa de Erling y su "uniforme" está tirado de mala forma sobre el suelo.

La boca la siento seca cuando la veo a ella con el rostro apenado moverse hacia la ropa que está sobre en el piso. Pero quien más me jode no es ella. Es él. Es mi esposo que se muestra molesto ahora mismo.

Su rostro no muestra una mierda de expresión y eso es lo que más hace que roce la locura en este momento.

—Habla maldita sea —espeto hacia él encolerizada—. ¿Hasta cuándo va a durar esto?

—Vete a tu habitación —ordena pero no es a mí, es a ella.

La chica que está metida en mi espacio comienza a caminar hacia la puerta y por tanto hacia mi dirección, hasta que llega a mi lado y sostengo su mano.

—¿Quién dice que una insípida y pobretona como tú puede pasearse por mi casa e involucrarse con mi marido? —rechisto.

Suena horrible. Pero tengo la sangre tan caliente que solo definir emociones ahora mismo sería completamente absurdo.

Su silencio me enfurece más y el que ni siquiera me mire directamente a los ojos. Se zafa de mi agarre en su muñeca para salir de mi presencia, pero no controlo mi cuerpo cuando una mano se levanta contra ella.

Erling impidió el destino del bofetón que iba a recibir la maldita pobretona. Me sostiene la mano y no hago más que asesinarlo con la mirada.

—Ve a tu jodida habitación —vuelve a demandarle y la chica sale despavorida.

Cuando está lo suficientemente lejos es que suelta mi mano. Estoy sin habla, solo viéndole como si no reconociera al hombre que conocí hace años. Porque algo como esto jamás había sucedido.

Carajos.

Ha metido a una tipa a mi territorio. Una tipa con la que a leguas se ve que quiere revolcarse.

—¡Eres un hijo de puta maldito desgraciado! —le grito perdiendo los estribos.

Ya no me contengo. Suelto todo lo que tengo acumulado cuando repito una sarta de insultos hacia su persona.

Pero él se mantiene estoico ante mí. No reacciona de ninguna forma.

—Ya mismo quiero que se largue de mi casa —demando a puros chillidos.

—No. Esta es mi casa también y...

—Pero yo no meto a ningún tipo con el que me esté revolcando bajo tú mismo techo maldito desgraciado.

—Ella es solo una empleada —replica y mi ira crepita estrepitosamente en mi interior.

—Acabo de llegar de la casa del abuelo y veo tal escenario en mi propia habitación. Estaba más que claro que iban a coger. ¡Dios! Ibas a coger en mi puta cama con otra mujer —vocifero comenzando a darle golpes en su pecho.

No sabía que tenía lagrimas en los ojos hasta que comenzaron a deslizarse por mis mejillas. Porque aunque yo no sienta lo mismo por Erling, que te peguen los cuernos en tu puñetera cara duele de igual manera.

Cobrando Cadenas, Cobrando AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora