VIII

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Faith

Ansiosa.

Estaba ansiosa mientras metía la lengua dentro de su boca y lo besaba de forma necesitada.

Su olor me recordaba una y otra vez que no era Dareen. Por tanto mi cuerpo no reaccionaba igual.

Erling comienza a quitarme el albornoz dejándome desnuda ante sus manos, las cuales comienzan a magrearme el cuerpo sin reparo.

Gimo.

Lleva sus dedos a mi hendidura húmeda. Comienza a moverlos de forma ágil sobre mí clitoris.

—Te necesito ya.

Mi esposo parece sorprendido ha por mi petición, pero sin decir nada al respecto se desabrocha los pantalones y besándonos vamos hasta la cama. Me abro de piernas para él y se va metiendo lentamente dentro de mí.

Mi mente sigue reproduciendo a Dareen.

Maldita sea.

Aprieto las nalgas de Erling indicándole que necesito más potencia, más arremetidas más todo. Él parece captarlo porque cumple mis deseos, pero aunque suene a chapoteos, aunque mi interior se apriete para recibir cada embestida.

Siento ganas de llorar.

No es Dareen.

Las manos de Erling aprietan mis cabellos y lo escucho gruñir en mi oído. Su verga no deja de entrar y salir en movimientos certeros para hacerme erizar la piel, pero sigo sin sentir todo acumulado dentro,  no siento ese calor arrollador que me apuñala las entrañas cuando es Dareen quien me somete.

Sigue y sigue penetrandome mientras me ve a los ojos. Gimo y jadeo con el cuerpo sudoroso hasta que en varias arremetidas más se corre.

Ralentiza los movimientos y yo siento como si nada hubiese sucedido. La desesperación me carcome viva. Mi vagina arde por sentir, por dejarse escurrir de una vez.

«No puedo estar viviendo esto»

Erling se separa de mi viéndome desnuda sobre la cama.

—¿Qué rayos te sucede? —bufa.

Mis ojos escuecen a la vez que reparo en él. Erling vino. Estaba molesta con él y literalmente acabo de usarlo para dejar de pensar en otro, cosa que ha valido un reverendo pepino.

—Nada —mascullo cubriéndome el cuerpo.

—Me llamas y dejas de hacerlo, te llamo y suenas ansiosa por algo, hasta que me cuelgas. Vengo a ver qué sucede y te me tiras encima como gata en celo, para ni siquiera llegar a correrte... —me encara enfadado.

—Vete —le digo porque no logro pensar en nada coherente ahora mismo.

Mi cuerpo solo pide algo y ese algo por lo visto ni siquiera mi esposo puede dármelo.

Erling está sin mover un músculo. Luce bastante cabreado.

—¿Qué rayos te sucede? —reitera su pregunta esta vez con dos decibeles más en su tono.

—No pienso discutir en casa de los abuelos. Márchate...

—Me hiciste venir hasta aquí —escupe airado.

—No te lo pedí, viniste porque quisiste. Te dije que nos veríamos el lunes —replico.

—¿Para qué carajos me llamas entonces maldita sea? —me grita perdiendo los papeles.

—Te llamé porque pensé que se me habían quedado unos papeles de un trabajo que tengo que adelantar, pero no, luego vi que los tenía aquí... —miento esperando que lo crea.

Cobrando Cadenas, Cobrando AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora