CAP 23

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Recuerdo cuando mi hermano y yo siempre amontonábamos las hojas secas que caían de los árboles. Siempre nos tirábamos encima de ellas y cogíamos ramas como si fueran varitas y nosotros fuésemos magos que hacían volar las hojas.

Este parque me trae muchos recuerdos.

Veo el árbol ubicado justo en el medio, al lado un columpio siendo usado por una niña.

Aún recuerdo cuando mi hermano y yo robamos el otro columpio que estaba justo al lado.

Fue en una borrachera, yo tenía 21 y él 16, lo robamos por la noche y lo instalamos en el Hogar de Ancianos donde trabaja Elie. Tuvimos el regaño de nuestras vidas, pero valió la pena ver la cara de felicidad de los ancianos que jugaban con su nietos o se montaban a disfrutar del viento y el paisaje.

Sonrío y miro a mi madre que va al volante. Estamos yendo a ver a Alain al hospital. No nos tardamos mucho en el camino, pero mamá paró dos veces, una para comprar panecillos y otra para revisar una de las gomas del auto.

Mamá es una persona muy intensa cuando quiere una cosa. Tampoco tiene maldad cuando me insiste y se mete en mis asuntos, simplemente por cosas del pasado me cuida mucho.

Ella es blanca, con cabello negro corto y de cachetes regordetes. Yo la quiero mucho, aprendí a hacerlo con el paso del tiempo.

Mamá deja el auto en el parqueo subterráneo del Hospital y las dos entramos por el costado.

Todo es blanco, con enfermeros y doctores corriendo de un lado a otro y personas sentadas esperando su turno. Nos acercamos a la recepción y nos dan las etiquetas de visitantes. Subimos al tercer piso, pasamos por unos pasillo hasta llegar a la sala de recuperación de mi hermano.

En la habitación se escucha el molesto bip-bip de la máquina que monitorea a mi hermano. El lugar es pequeño, con una buena luz que entra por la ventana y una camilla con mi hermano durmiendo en ella.

Tiene más barba de lo que recordaba. Su cabeza está vendada y su rostro con unos cortes pequeños en el lado izquierdo.

Mamá se acerca a la mesita al lado de la camilla y deja los panecillos junto a un jarrón que tiene unas flores dentro.

La chica sentada junto a la camilla estaba dormida, pero al sentir movimiento se despierta y se sorprende al vernos.

—Señora Rodríguez —se levanta y saluda a mi mamá—, creí que vendrían más tarde.

—Nos adelantamos —mamá me mira y luego habla—. Alicia ésta es Raquel, mi hija.

—Hola —saludo.

Mi hermano tiene fama de donjuán en el pueblo, en el último año a tenido tres ligues que nunca me tomé el trabajo de recordar sus nombres.

La chica rubia me sonríe y se acomoda sus espejuelos.

—Soy Alicia un gusto —ella toma su bolso y toma las manos de mi madre.

—Te llamaré si es necesario —mi madre le dice para calmarla.

No había podido evitarlo, pero mi vista se fue al vientre levemente abultado de la chica. No dije nada, no era el momento, aún no.

Alicia se despidió de nosotras y nos dejó con un Alain que acababa de abrir los ojos.

—¡Hermanito! —chillo emocionada y me acerco hasta él. No lo abrazo, pero tomo sus manos —Estoy aquí.

El sonríe apenado y arruga sus cejas negras.

—¿Debo estar a punto de morir para que mi hermana venga a verme? —habla con tono burlón.

—¡Alain! —mamá lo regaña.

Caminos De Sangre [Los Stein]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora