CAP 5

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La máquina que monitoreaba mis latidos hacía un bit muy molesto.

Estuve 24 horas ingresada en el hospital, pero parecía una eternidad. El olor a cloro de limpiar y todo blanco y verde me hacía mal, ya quería irme.

Kaia me estuvo cuidando el tiempo que pudo, pero la mayor parte del tiempo estuve sola.

No me pasó nada grave, por suerte. Tengo un gran moretón en mi muslo izquierdo. Mi cadera no sufrió daño grave al igual que mi cabeza, solo tenía que estar un buen tiempo en reposo.

Sólo seguía en el hospital porque el médico no acababa de darme el alta, ya estaba harta, debía padre a verme hace dos horas.

Pasaron treinta minutos y un señor canoso, regordete y con espejuelos entró a mi habitación.

— Aquí tienes — me tendió unas hojas para firmar —. Es un milagro que no pasara a mayores, ya puedes irte. Si sientes alguna molestia o te duele algo recuerda que debes venir a revisarte.

— Bien — el médico me quitó lo que conectaba al aparato a mí y me ayudó a levantarme.

— No hagas movimientos bruscos.

— Entendido — tomé mi ropa de la mochila que Kaia me había traído —. Por cierto, cómo pago los servicios.

— Ya lo han hecho.

El médico se fue y me dejó sola para que pudiera cambiarme.

— Hm...

Kaia me mandó un mensaje diciendo que estaba esperando abajo. Luego de cambiarme bajé y fui hasta el parqueo, esta vez mirando a todos lados y caminando muy lento.

Estando ingresada, Kaia no quiso decirme nada sobre lo que había pasado. Había golpeado a alguien y supongo que la habrán castigado o peor, expulsado.

No vi el auto de Kaia en ningún lado, pero un claxon sonó varias veces llamando mi atención.

Era una camioneta muy moderna y negra, sus cristales eran polarizados, no podía ver hacia dentro. La puerta de copiloto se abrió y Kaia bajó, su cara no demostraba la felicidad que siempre irradia, pero tenía una sonrisa que reconfortaba lo suficiente.

Fue hasta mi y tomó mi mochila. Yo la seguí sin decir una palabra.

Ella me abrió la puerta de los asientos de atrás, con esfuerzo entré y me acomodé en mi lugar poniéndome el cinturón.

— Hola — la voz profunda de su padre me sobresaltó. Me estaba viendo por el retrovisor.

— Hola.

Kaia se subió y nos fuimos.

Nadie dijo nada en todo el viaje y sinceramente lo agradecí, necesitaba descansar psicológicamente.

— Iré adelante — Kaia bajó con mi mochila y entró al edificio como un bólido.

Me quedé en pausa por un momento y luego me acomodé para salir, pero la puerta tenía el seguro activado, lo quité, pro se volvió a poner automáticamente.

Miré al padre de Kaia pidiendo sin hablar que quitará el seguro.

Él solo me miró por el retrovisor.

— ¿Me dejas salir? — lo reté un poco enfadada.

— ¿Estás bien? — su pregunta no concordaba con lo que su mirada transmitía, frío.

— Sí.

— Mentirosa — dejó de mirarme y observó a unos niños que paseaban un perro en la otra acera.

Caminos De Sangre [Los Stein]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora