Capítulo 1

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Las zapatillas de ballet me están haciendo ampollas en los pulgares, por más que llevase años preparando mi propio calzado siempre terminaba haciéndome daño, aunque en un par de días me acostumbraría. Me unté el ungüento amarillento sobre la piel rojiza y encima me coloqué los protectores.

No había nada que amara más que bailar, cómo mis sentidos se acoplaban con los movimientos del cuerpo y perderme en la música, solo para olvidar lo que me rodeaba, faltaba un año para que me graduara de la Academia de Danza de Mistyr y a los diecisiete años ya coleccionaba veintidós premios entre trofeos, medallas y galardones en competencias de Danza Elemental. A mi favor tenía que el talento con la flora no fuese algo común en Mystir y a diferencia de los juegos de burbujas y olas que podían crear las otras participantes, mis habilidades para hacer crecer un sin número de ramas, hojas y capullos a su alrededor resultaba un espectáculo lo bastante singular como para considerarse exclusivo.

Había leído que existía otro reino, Verdland, donde solían habitar más seres como yo, pero por alguna razón había acabado en Mistyr, el reino de arroyos, ríos y lagos, que despertaba con una neblina tan espesa que apenas podía ver nada si miraba a través de las ventanas de mi pequeña habitación.

-¡Siara! Apresúrate, llegamos tarde a Folklore -exclamó Ria, mi mejor amiga, sacándome de mi ensimismamiento. -Estoy más que lista para el baile de las diez mil gotas, siento que me he preparado para esto toda la vida.

-Tiene sentido que digas eso, cuando lo hacen una y otra vez en el Templo, siempre me ha encantado, es una pena que no pueda participar -dije finalmente recogiendo la mochila del suelo del salón y poniéndome en marcha junto a Ria a paso apresurado.

-¿Y qué alternativa encontraste?

Folklore siempre resultaba un reto, los bailes tradicionales de Mistyr no eran compatibles con mis habilidades por lo cual la instructora siempre me daba la tarea de encontrar una alternativa a cada uno con anticipación a la clase, de esa manera podía integrarme. No era mi asignatura preferida y a veces me daba muchos dolores de cabeza pero era mucho mejor que Danza Contemporánea con el inconforme del Maestro Georgio quien no paraba de quejarse de la "mala expresividad corporal que tienen los bailarines de hoy en día".

-Voy a hacer crecer un Sauce llorón y bailaré a su alrededor mientras hago crecer rama tras rama. He estado trabajando una y otra vez en la coreografía para que se parezca a la original.

-Te va a ir genial, ya verás -animó la pelinegra entrando en el tabloncillo donde ya esperaba parte de la clase haciendo estiramientos.

No me parecía en nada a Ria, en realidad, no me parecía en absoluto a la población promedio del reino y eso me había traído más de un problema en el pasado. Mientras que los demás tenían el cabello negro, violeta o en distintos tonos de azul desde el más claro hasta el más oscuro, yo contaba con una brillante cabellera dorada y ojos verdes, muy diferentes a los azules casi pálidos que tenían la mayoría de los elementales de Agua que viven en Mistyr. Era una fortuna que al menos compartiera rasgos con algunos de la raza neutra, quienes no tenían habilidades ya sea porque se fueron disolviendo tras generaciones de mezclas con otros de raza neutra o nacimiento entre distintas razas elementales.

El poder de las habilidades se iba dispersando a medida que aumentaba el mestizaje en la sangre, si una pareja de diferente raza elemental tenía un hijo, ese bebé podía nacer con las habilidades de uno de sus dos padres y quizas presentar algunos rasgos del otro, pero si luego se casa con alguien más de otro elemento, lo más probable es que su descendencia tuviese un algún porcentaje de nacer como raza neutra, es decir sin habilidad alguna o muy limitada en alguno de los elementos en su línea sanguínea, ya que las energías del poder en las habilidades se repelen entre si.

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