Capítulo 5

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Bajé las escaleras de la residencia Waterwall, con el vestido de Ria y unas zapatillas de ballet. Afortunadamente parecíamos tener las mismas medidas. Prácticamente me lanzó fuera del tabloncillo y cerró la puerta a mis espaldas dejándome sola con mis nervios y la doncella que me guío hasta el salón donde se encontraba Su Alteza.

A pesar de la nefelibata de Ria, yo no sabía cómo iba a comportarme en la presencia de un miembro de la familia real. El príncipe me había cargado en brazos una vez me desvanecí por lo que suponía que tenía que agradecerle la amabilidad. Pero nunca lo había tomado como una persona con la cual entablaría una conversación amable algún día, ni siquiera llegué a pensar en presentarme ante él nunca en mi vida. Pero aquí estaba, secando mis manos en la falda por enésima vez desde que había recibido la invitación  hasta que la doncella abrió la puerta del salón y entré con diminutos pasos en la habitación antes de que cerrara a mis espaldas.

Según tenía entendido era mal visto que un hombre y una dama se encontraran a solas en una habitación pero aparentemente había excepciones en las que era tan improbable que se diese una situación como las que se buscaba prevenir con ese tipo de medidas que simplemente a nadie le importaba o tenía más que ver con toda la agitación que existía en el reino que nadie reparaba en tales trivialidades.

El príncipe estaba de espaldas a la entrada mirando a través del gran ventanal en la pared lateral. La habitación en sí era espaciosa y luminosa, decorada en los colores pasteles que parecían estar por todos lados, los muebles se asemejaban a distintos corales con formas curvas y almohadones mullidos, un vitral recorría todo el contorno de la evitación del ancho de un metro por debajo del techo encontrando extensiones ocasionales en los ventanales distribuidos alrededor del salón.

–Su Alteza –saludé llamando su atención y haciendo una reverencia.

–Por favor, no son necesarias las reverencias –comentó pero si su objetivo era volver este encuentro algo más informal su gesto elegante y su sola presencia no estaban haciendo nada por lograrlo. –Buenas noches, señorita Farrah. Me tomé el atrevimiento de preguntar su nombre cuando la traje la noche pasada.

Impresionar con movimientos gráciles a una bailarina es algo difícil, estamos acostumbrados a movernos con sutileza y elegancia, nos enseñan y exigen destreza y discreción y en la academia nos hacen movernos como si estuviésemos flotando todo el tiempo. Por lo que la gracia es algo que termina incorporándose a nuestras formas comúnmente y verlo en otras personas más que sorprendernos, es algo que nos llama la atención.

  De ahí a que encontrarme a mi misma estudiando los movimientos del príncipe sea lo que me sorprenda en primer lugar. La manera en que se mueve me recuerda a las olas, pesadas e imparables pero fluidas y suaves. No hay un impacto brusco en el suelo con su andar cuando se acerca a mí con pasos decididos, o traba alguna en las imponentes ondulaciones de sus brazos. Es como si en lugar de abrirse paso, fluyera en el espacio del habitación.

–Soy Caín Tsunam –se presenta deteniéndose a apenas un metro y medio de mi, no puedo evitar arquear una ceja. –Aunque eso ya lo sabes.

–No pretendo ser maleducada, Alteza. Pero tendría que ser muy ignorante para no conocer el nombre de mi príncipe –contesto con un asentimiento.

Con un gesto me invita a sentarme en uno de los sillones de la estancia y me acompaña un momento más tarde haciendo lo propio en el que se encuentra del otro lado de la mesita de té servida con bebidas y distintos pastelillos.

–¿Se encuentra recuperada completamente? Me temo que debió ser un gran esfuerzo para un cuerpo tan poco preparado tener que aguantar el ataque de militares entrenados.

El gesto del príncipe se contrae y puedo sentir su furia llenar la habitación por un momento antes de verlo controlar su temperamento nuevamente. Entiendo que espera una respuesta de mi parte así que asiento nuevamente cruzando mis manos en el regazo.

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