Capítulo 9

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Acompañé a Ria hasta el Templo y me puse manos a la obra en las nuevas adaptaciones al refugio subterráneo, en el que desafortunadamente ya habían algunas personas.

- Ya tú y el príncipe se conocían anteriormente, ¿no es así? -tanteo.

-Si, nos han invitado algunas veces con las demás familias nobles a Palacio. Tendrías que ver lo hermosos que son los salones de baile y la vajilla. Ay, Siara, la vajilla es tan fina y la comida es deliciosa -dice con emoción mientras dobla sábanas a mí lado. -Pero si, nos presentaron cuando éramos pequeños, como hacen con todos los miembros de las Casas.

-Mmmh, entiendo -respondo. -Sabes, después de entrenar tanto con el, me cae bien, siempre pensé que sería alguien más estirado, pero la verdad es que no está mal.

-Su Alteza es una persona muy agradable, no hablamos mucho, mi siquiera en los eventos formales, pero siempre es estimulante tener una conversación con el Príncipe Caín -responde sin pensar y luego parece percatarse de sus palabras.

-Estimulante, vaya -me burlo y me golpea el hombro.

-¡Siara, por la Diosa!

-¿Qué tiene de malo? Es guapo -digo colocando otra sábana en la pila. -Más que Darío.

Cuando no responde, volteo en su dirección. Tiene la mirada triste y pensativa mientras dobla distraídamente otra sábana.

Ria a estado enamorada o algo así de Darío, el chico de la Academia de baile con el que compartió una clase en pareja durante todo un trimestre. En ese tiempo, digamos que se acercaron un poco y luego él le robó un beso en el jardín trasero. Recuerdo perfectamente ese evento porque el Maestro Georgio estuvo a punto de verlos y tuve que hacer crecer uno de los arbustos del seto para que no los viese y luego me llevé una regañina por usar mis habilidades a la ligera.

Pero valió la pena por la cara de felicidad de mi amiga y las bromas el resto de la semana. Cuando salimos de vacaciones aún se enviaban cartas, ya que el vive en unos de los pueblos costeños del reino, sin embargo han estado perdiendo el contacto desde que retomamos las clases.

-¿Pasó algo? -pregunto suavemente, aunque no demasiado para no resultar antinatural.

-Es que... -se muerde el labio pensativa. -Darío no ha estado respondiendo mis cartas desde hace algo más de dos semanas. Primero pensé que lo habrían reclutado y me preocupé mucho, pero luego me respondió y en esa carta decía que tenía una condición especial, ya que vivía solo con su abuela y a menos que fuese demasiado grave no lo reclutarían. También llegué a pensar lo peor, me encontré con Alfred, su amigo, mientras recogía unas entregas para los refugiados, no quería parecer rara preguntando pero no lo pude evitar.

»Finalmente me dijo que estaba bien, como siempre cuidando de su abuela. Aparentemente pensó que no seguíamos hablando luego de lo del curso pasado así que también afirmó sin ningún problema que había encontrado una chica y pensaban casarse pronto.

Las lágrimas se amontonan en sus mejillas.

-Oh, Ria... -comienzo pero me interrumpe con un sollozo.

-¿Sabes qué es lo peor? Que me siento tan mal conmigo misma. Cuando me lo contó, lo primero que pensé fue en la Ley de Casamiento, en que ahora no me quedaría más remedio que casarme con un desconocido, con alguien que quizás ni siquiera me guste. Pensé en eso en lugar de sentirme dolida porque Darío me había dejado colgada y estaba viviendo un romance con alguien más -me miró con los ojos anegados en lágrimas, la abracé apretándola contra mi pecho a pesar de que ella era ligeramente más alta que yo. -Me siento tan mala persona, tal vez yo no lo quería, simplemente lo estaba utilizando como una red para sostenerme, una posibilidad de no tener que atenerme a la Ley de Casamiento.

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