Capítulo 12

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La llegada de los heridos fue solamente la primera de una larga lista de malas noticias que llegaban cada mañana en el reporte al refugio. Carretas de mercaderes que explotaban como la casa del Señor Homer, santuarios y bibliotecas saqueados, ataques en los poblados de razas neutras alejados de la capital y un sin número de soldados heridos continuaba llegando cada día.

Caín comenzó a estar más ocupado con las reuniones del Consejo de Guerra y yo ocupaba mi tiempo entre las cocinas y la enfermería cuando no entrenaba por mi cuenta. A diario arribaban más de una docena de razas neutras a las puertas del Templo, Ria y yo nos veíamos un par de veces al día cuando ella visitaba las cocinas para pedirme que fuera a la enfermería a reabastecer de plantas al sanador o cuando ayudábamos en alguna tarea juntas. Todo el mundo tenía algo que hacer y todos estaban preocupados. Una semana más tarde había cambiado el horario de los entrenamientos definitivamente y ahora lo hacía en las noches, no era seguro, pero durante el día no podía hacer otra cosa que ayudar en las tareas de la residencia y el templo.

Caín me trajo algunos libros en una de las pocas ocasiones que pudo presentarse a los entrenamientos de esa semana, trataban de técnicas de ataque y control de la energía básica. Le había contado sobre mi recién descubierta habilidad con el elemento aire y aunque parecía bastante impactado zanjamos el tema y continuamos con los entrenamientos. El tiempo apremiaba y una habilidad secundaria que se manifestaba tan tarde no sería lo suficientemente fuerte como para perder el poco tiempo disponible dándole alguna prioridad.

Dos semanas pasaron volando y los ataques ya no tan aislados se presentaban una o dos veces por semana incluso en la capital. El rey implantó un toque de queda y evacuaron finalmente al resto de la población más susceptible hacia las residencias nobles con capacidad para acoger a refugiados. El entrenamiento no era un desastre del todo, leía y entrenaba en mis tiempos libres, logré desarrollar una especie de escudo de aire que puse a prueba en las cocinas, no sabía que nivel de efectividad tendría con un ataque directo pero era capaz de evitar el paso de humo u olor, tampoco la lluvia era capaz de atravesarlo y podía sostener cosas con el. No era una gran técnica pero funcionaba.

Por otro lado Caín me corregía mi técnica de ataque cuando estaba presente, de momento practicaba una estaca de crecimiento rápido que emergía del suelo lista para atravesar al enemigo, podía manejar algunas de esas a la vez sin cansarme durante unas horas y gracias a los libros había desarrollado una versión de la barrera que empleando lianas en lugar de ramas era capaz de retener al  atacante.

El tiempo en la enfermería también resultaba de utilidad, aprendía sobre las propiedades de las plantas mientras trabajaba con el sanador a la vez que estudiaba su energía vital para poder reproducirla, comprendiendo de sedantes, de drogas y plantas de alivio.

Dejo de apretar cuando escucho el crujido del tronco debajo de las lianas. Me seco el sudor de la frente con el dorso de la mano y luego las apoyo en las rodillas. Las técnicas de ataque son más desgastantes a que las defensivas. Tanto la estaca como las lianas eran más cansadas que la barrera y consumían mi energía a una velocidad alucinante. El cansancio de los días ocupados y de descansar apenas tres o cuatros horas tenía mucho que ver con mi bajo rendimiento, sin embargo no podía dejar de entrenar para irme a dormir.

Como un truco que había estado empleando a menudo para refrescarme de manera rápida, hice que una brisa golpeara mi rostro aún con los ojos cerrados. Me encuentro recuperando el aliento cuando el aire comienza a calentarse hasta que la brisa es aire tibio con olor a humo, entonces abro los ojos y de golpe y comienzo a correr en dirrección a la residencia sin siquiera detenerme a recuperar el aliento.

Corro tan rápido y sin pensar en nada más que en lo que significa ese olor a humo que no me doy cuenta que estoy impulsándome con aire hasta que no siento las zonas de mi túnica que están manchadas de sudor pegarse a mi torso como un parche frío y húmedo. El pánico y la oscuridad me hacen tropezar seguidamente con las raíces del sendero, afortunadamente no me caigo, llegando hasta el claro que separa el bosque de la residencia en la mitad del tiempo que me lleva recorrerlo normalmente.

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