Nos detuvimos a una distancia considerable de la frontera, no éramos capaces de ver a los guardias de ninguno de los dos reinos que estarían apostados en el perímetro, está misión era secreta incluso para las tropas de Mystir y necesitaba cruzar con la mayor discreción posible. Me refugié en un grupo de árboles para cambiar mis pantalones por una falda larga y desgastada que Caín había conseguido de alguna de las chicas del servicio del Palacio. Abandoné el chaleco y cambié las botas por unas zapatillas de cuero con correa endebles. Actuaría como una campesina que perdió su casa por la guerra y que busca refugio en la taberna.
Aproveché para peinar mi cabello en una trenza que golpeó mi espalda pesadamente cuando lo eché hacia atrás, mientras me reunía nuevamente con el resto del grupo.
–Muy bien, ya estoy lista –dije antes de detenerme frente a Caín.
–¿Recuerdas todo lo que hablamos? –esperó mi asentimiento antes de continuar. –Entonces aquí nos separamos. Me aseguraré de que Turkin esté soltero hasta que regreses.
Se empezó a reír y me acerqué para empujar un dedo en su pecho con las mejillas sonrojadas.
–Al parecer tienes ganas de que vuelva a tirar de las horribles sogas que cuelgan de tu cabeza –mascullé.
Me miró insultado sacudiendo cabello perfectamente liso y sedoso aún después de un par de días sin siquiera bañarse.
–Eres una grosera, soy tu príncipe –me espetó con fingida altanería.
Reímos juntos por un momento y al siguiente colocó sus manos en mis hombros, sujetándome con fuerza.
–Se fuerte y cuida tus espaldas. Recuerda siempre estar en alerta, pequeño salmón.
Asentí.
–¿Por qué me dices pequeño salmón? –pregunté curiosa por primera vez de aquel apodo extraño que me puso en nuestro primer encuentro y nunca se había molestado en explicar.
–Algún día te lo diré.
Insegura de si habría otro encuentro asentí nuevamente. Dió un paso atrás y levantando la mano hizo caer una gota en mi frente. El siguiente en acercarse fue Killian, que solamente me sonrió y dejó caer otra gota en mi frente. Luego Seal que me palmeó el hombro antes de hacer lo mismo, Turkin le siguió y por último Gerald, que se detuvo más tiempo.
–Todo va a salir bien, niña –dijo con la voz gruesa.
–Gerald, estoy a punto de entrar en Ardiente –fue mi respuesta con una ceja arqueada.
–Todo va a salir bien –repitió y sonriendo dejó caer su bendición en mi frente antes de alejarse con los demás, subiendo a su montura.
Los miré un último momento, intercambié asentimiento con Caín y como yo no podía dejarles caer una gota de agua, hice que una ligera brisa los acariciara antes de volver mi espalda y alejarme sin mirar atrás. Si me volvía y los veía aún allí era probable que el miedo y la inseguridad me hiciera echar a correr en su dirección.
Cuando estuve segura de que no los veía, más cerca de la frontera que de nuestro punto de separación me permití volver la mirada y observar el camino, sin aliados a mis espaldas y con enemigos al frente. Tomé un suspiro y continúe avanzando.
Encima de una de las ramas altas de un árbol observaba la frontera, un arroyo separaba ambos territorios, de un lado túnicas blancas con chaleco y pantalones de cuero marrón, del otro lado túnicas cobrizas y cuero negro. Uno de ellos por uno de nosotros. Había varios metros entre un guardia y el siguiente, salté sigilosa de una rama a la otra hasta ponerme entre las dos posiciones donde aguardaba la vigilancia. Si saltaba, llegaría al otro lado del arroyo pero caería antes de alcanzar la linea de los árboles, lo que me expondría por unos segundos, me perseguirían pero si lograba escapar unos minutos sería sencillo perderlos después de un tiempo, o eso quería creer porque no se me ocurría otra manera de cruzar.
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El Legado Perdido
FantasyEl estallido de la guerra en Mystir es un evento que marca un antes y un después para Siara Farrah. Repentinamente su casa, su familia y todo lo que conoce se ve amenazado por las atrocidades del Reino de Ardiente. Abandona su sueño y entrena infi...