Capítulo 13

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Perdí la capacidad de discernir donde empezaban o terminaban las heridas, si el ardor se debía a una cortada o a una quemadura, si los músculos me ardían por los golpes o por la fatiga. Había caído tantas veces como las que no había podido esquivar los ataques por completo. Solo era consciente de que a cada minuto que pasaba las lianas se aflojaban un poco más sobre los cuerpos de los demás y que a mi me costaba el doble levantarme o crear la barrera a tiempo.

Con la visión borrosa me concentré en el siguiente escudo de aire. El impacto esta vez fue mayor o simplemente yo era demasiado débil, retrocedí mientras soportaba la descarga de energía con un gemido al sentir las quemaduras en mi rodillas rozar el suelo.

–¡Deja de huir, maldita zorra! –gritó el ya no tan bromista oficial. –Estoy harto de verte correr de un lado para otro.

Gruñó y volvió a barrer la habitación con una llamarada.

El calor abrasador no me dejaba pensar con claridad. Las llamas continuaron extendiéndose por las pertenencias alrededor de la habitación consumiendo todo a su paso. Ellos no parecían afectados por el calor, sin embargo el humo no me dejaba respirar correctamente y probablemente algunos de los refugiados ya se hubiesen desvanecidos a juzgar por la forma en que los gritos en el interior de la barrera de ramas se habían mitigado. No había forma de escapar de la habitación, las salidas estaban selladas con fuego, no tendría tiempo a salir por alguna de las ventanas y tampoco lo haría, a estas alturas echarse para atrás no era una opción.

El siguiente ataque no se hizo a esperar y el choque contra el escudo provocó una humareda impidiéndome ver el otro lado de la habitación por unos segundos, los suficientes para que viese una ventana, una oportunidad no de escape, sino de distracción. Los Elementales de Fuego eran inmunes al calor mas no al humo, si bien no los sofocaba como a los demás sí que era capaz de dificultar su visión. Me fijé en la corriente de aire que sacaba el humo de la nave y la corté mientras evitaba el siguiente proyectil. A cada momento la habitación se iba cargando más del oscuro gas.

Aproveché la cortina de humo en el siguiente ataque y me oculté detrás de una de las pocas literas que aunque chamuscada no ardía en llamas. El momento de perdición me valió los segundos que tardé en hacer descender la nube de humo sobre los hombres pidiéndole a la Diosa porque funcionara el truco barato que estaba obrando.

–¡Maldición! –el alarido de alguno de ellos fue mi señal para salir del escondite y pasar a la segunda etapa.

Podía sentir sus pasos, sin embargo yo también me encontraba en desventaja al no poder ver su posición, quizás si encontraba un punto más alto... Toqué la pared a mi espalda concentrándome en no perder la técnica de la nube e hice crecer una enredadera de unos tres metros en el muro. Esperé unos segundos a que alguno de ellos señalara y cuando no hubo señal de ningún descubrimiento comencé a trepar. Podía escucharlos murmurar en el interior, como había sabido no se estaban asfixiando dentro de la nube, tenía que ser más inteligente si quería ganar más tiempo. Ahogué un chillido cuando las heridas rozaron las plantas, no me había dado cuenta de que tenía las palmas en carne viva. Desde arriba aún no podía ver hacia el interior, sin embargo podía crear claros entre el humo removiendo ligeramente el aire.

La cacería comenzó con los soldados razos, aún seguían atrapados entre las lianas, uno a uno comencé a golpearlos certeramente en el punto que me había señalado Caín era el más efectivo para desmayar al enemigo. El sonido de las ramas contra el cráneo de sus compañeros alertó a los demás, sin embargo no podían hacer nada para evitar sufrir el mismo destino. Una vez pierde la conciencia el último de los subordinados me centro en los hombres de negro que por alguna razón se habían mantenido callados todo el tiempo.

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