Capítulo 15 El humo de un cigarro

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Me desperté en la penumbra de la habitación, mi cuerpo pesado y mi mente agotada. Sentía la tensión persistente en mis hombros y piernas, como si hubiera estado corriendo en una carrera sin fin durante toda la noche. El recuerdo del asesinato de Daniel estaba fresco y vívido en mi mente, como si lo hubiera vivido en la realidad. En mi cabeza lo he asesinado a sangre fría y casi me llevo a Cassian por delante.

El sudor frío perlaba mi frente mientras luchaba por liberarme de la sensación de aquella violencia que solo existía en mis sueños. La luna oscura y las sombras danzantes persistían en mi memoria, creando una atmósfera cargada en la habitación.

A pesar de estar rodeada por la seguridad aparente de mi hogar, la realidad del sueño oscuro me dejó con una sensación de inquietud. Me pregunté si aquello era una premonición de lo que vendría o simplemente los vestigios de mi propia psique, jugando con las sombras de mis miedos más profundos. La duda se instaló en mi mente, y con ella, una sombra de temor que no podía sacudir.

Salí del dormitorio en pijama, siguiendo las voces que provenían del comedor, todas ellas conocidas en algún rincón de mi oscura cabeza. La luz tenue del amanecer iluminaba la escena, revelando la presencia de Derek y Cassian. Sin embargo, mi sorpresa creció al notar a un hombre rapado desconocido, con un gesto algo más duro que el resto de hombres en la sala, y mi corazón latió con fuerza al reconocer a Liam, el cual estaba en El Rincón de Las Sombras.

La mezcla de emociones se reflejó en mi rostro, recordando cómo al principio los vi como figuras sombrías, posiblemente asesinos en la oscura red clandestina. Pero aquí estaban, en mi hogar, en mi realidad, rompiendo la percepción distorsionada que tenía de ellos. La duda y la confusión se reflejaron en sus rostros también, como si todos compartiéramos la carga de secretos y pasados oscuros.

Cassian, cuando cruzó su mirada con la mía, se acercó con paso decidido y me robó un beso, ignorando las miradas curiosas y cómplices de los demás. Sus labios cálidos contra los míos enviaron una chispa de electricidad que disipó cualquier rastro de confusión en mi mente.

—Buenos días pelirroja, ven que te presento bien a mi grupo. —Me invitó a unirme a ellos en la mesa del comedor, donde noté libros, hojas y lo que parecían ser recetas dispuestas para explorar. La normalidad apaciguó mi intranquilidad mientras me sumergía en el abrazo acogedor de mi nueva realidad.

Al tomar asiento, la mano del desconocido se extendió hacía mi, que algo tímida tardé unos minutos en sujetar de vuelta.

—Bienvenida a la Sombra Carmesí, soy Carlos Moon, el que trata de domar a estas bestias. — dijo con una sonrisa traviesa, sacando una carcajada a Derek y Cassian que parecían satisfechos con el nombre de: Bestias.

Carlos, un hombre de 27 años, posee una presencia imponente que se refleja en su figura grande y robusta. Su cabeza rapada, reminiscente de alguien recién salido del servicio militar, añade una dureza adicional a su apariencia. A pesar de su aspecto rudo, su mirada clara destaca, revelando una profundidad y claridad que contrasta con la aparente severidad de su imagen.

Las cicatrices visibles en sus brazos y rostro cuentan historias de batallas pasadas, evidenciando una vida marcada por desafíos y experiencias. Cada marca parece ser un recordatorio de su valentía y resistencia en situaciones difíciles. La combinación de su mirada penetrante y las cicatrices que lleva consigo contribuyen a crear un aura de liderazgo, transmitiendo la sensación de que ha enfrentado y superado obstáculos significativos. Al verlo, sentí una mezcla de respeto y cierta inquietud, como si estuviera frente a un hombre capaz de desencadenar tormentas con solo un gesto.

Derek, en cambio, era como un rayo de luz entre las sombras. Su juventud, el cabello rubio y esos ojos canela que parecían ver lo mejor en todo, creaban un contraste sorprendente. Su presencia me inspiraba confianza, aunque sus músculos marcados sugerían una fuerza que no debía subestimar. La dualidad en su apariencia despertaba curiosidad y admiración en igual medida.

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