Capítulo 5 Maldita Lunatica

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Permanecía en la penumbra de la esquina, mis ojos fijos en la entrada del Rincón de las Sombras. La música resonaba en mis oídos, armonizándose con la tensión que se apoderaba de mí. Los colores y olores del lugar estimulaban mis sentidos, creando una atmósfera cautivadora.

Sabía que estaba adentrándome en territorio de lunáticos, pero la multitud y la oscuridad proporcionaban el escenario perfecto para pasar desapercibido. Los segundos parecían estirarse mientras esperaba ansiosamente ver a mi "joya roja" cruzar esa puerta. La luz destellante revelaba momentos fugaces de la escena, iluminando mi rostro imperturbable.

A pesar del peligro que acechaba en cada rincón, me sentía como en casa entre las sombras. Los ruidos, colores y olores estimulaban mis sentidos, preparándome para cualquier eventualidad. Estaba listo para actuar en el momento preciso, consciente de que en ese lugar, la precaución y la astucia eran mis mejores aliados.

El sudor perlaba mi frente en medio de la penumbra del Rincón de las Sombras cuando el camarero, sudoroso y brillante como si también estuviera bailando en la pista, me entregó una copa. Un ron con refresco, mi elección habitual para la noche. Mientras bebía con tranquilidad, mis ojos se paseaban por la multitud, escudriñando cada cuerpo, cada cabeza. Hasta que, de repente, la visión del vestido verde satinado me dejó sin aliento.

Casi me atraganto con mi propia bebida al ver a Lysandra envuelta en esas telas verdes esmeralda satinadas. Mis ojos quedaron fijos en ella, perdidos en la luz que parecía emanar de su vestido. Seguí la línea del escote en V hasta la cintura, dejándome envolver por su piel pálida y las curvas que marcaba la prenda ajustada. La forma en que movía las caderas y cómo su larga pierna se dejaba ver en la abertura de su falda me tenía embobado.

En ese momento, en medio de la música envolvente y las luces parpadeantes, me pregunté cómo diablos una lunática podía ser tan hermosa y radiante. La belleza de Lysandra destacaba como un faro en medio de la oscuridad del lugar, y no pude evitar sentirme atraído por su magnetismo.

Una oleada de celos me recorrió cuando vi a Thomas tocando lo que consideraba mío: mi esmeralda en estado puro, mi pelirroja. Cada roce de sus dedos sobre el vestido verde satinado era como una afrenta personal, y que decir cuando agarró su mano. Sentía una furia creciente dentro de mí, una necesidad urgente de apartar a Thomas y llevarme a Lysandra lejos de él.

La idea de arrancarle el vestido, de tenerla solo para mí, cruzó fugazmente por mi mente. Me estaba volviendo loco, pero sabía que no podía hacer nada. Solo me quedaba en la distancia, conteniendo mis impulsos y fantaseando con un día en el que podría pasar mis dedos por su espalda desnuda. La tensión en mis zonas bajas se volvía cada vez más evidente, y la lucha por mantener la compostura se volvía más difícil con cada segundo que pasaba.

Seguía con la mirada a Lysandra, como un imán que me atraía con cada paso que daba. La observé mientras se dirigía hacia la mesa donde estaban Marck y Theo. Marck, con su cabello despeinado y castaño, irradiaba un aire juguetón, mientras que Theo mostraba una expresión más seria, como si estuviera ocultando algo, tal vez el conocimiento de haber cruzado caminos con Lysandra en el pasado.

Mis emociones se agitaron en un revoltijo de celos mientras veía a Marck y Thomas devorarla con la mirada, guiñándole el ojo y esbozando sonrisas que me quemaban por dentro. A pesar de que Lysandra no era mía, sentía una profunda conexión y anhelaba que lo fuera. La quería de una manera que no podía entender completamente, y eso me hacía arder de frustración.

Cada gesto, cada interacción, me perforaba como una flecha. Estaba atrapado en la paradoja de desearla mientras sabía que no podía reclamarla como propia. La visión de Marck y Thomas flirteando con ella encendía una llama de celos en mi interior, y en ese instante, la simple observación se convertía en un tormento silencioso.

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