Capítulo 12 El teatro de Luminaria

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Después de horas inmersa en la tarea abrumadora de limpiar y buscar mi diario, la ansiedad empezó a apoderarse de mí. Cada rincón de la habitación parecía haber sido revisado una y otra vez, y aún no encontraba rastro alguno de mi querido diario. La frustración se mezclaba con la preocupación, y mis nervios estaban a flor de piel.

En ese momento, Daniel, notando mi estado emocional, decidió intervenir para cambiar el curso de la jornada. Con ternura, sugirió que dejáramos la búsqueda por un tiempo y nos fuéramos de paseo al pueblo. Necesitaba un respiro, y acepté la invitación con la esperanza de liberarme de la tensión que se había acumulado.

Caminamos juntos por las calles adoquinadas del encantador pueblo, rodeados de casas con fachadas pintorescas y un ambiente acogedor. Al llegar al parque, la densa vegetación y el murmullo de las hojas me brindaron un cambio bienvenido. La fuente en el centro del parque captó mi atención de inmediato.

Una estatua imponente de un hombre con una apariencia fuerte y decidida se alzaba en el corazón de la fuente. La visión de esa figura enigmática, con detalles que denotaban fortaleza y sabiduría, tuvo un efecto tranquilizador en mí. Daniel y yo nos sentamos junto a la fuente, dejando que el sonido del agua fluyendo se convirtiera en un bálsamo para mis nervios agotados.

La presencia de la estatua parecía infundir un sentido de calma y perspectiva en el lugar. En medio de la ansiedad, aquel paseo y la serenidad del parque me recordaron la importancia de tomar un descanso y apreciar la belleza que me rodea. La búsqueda del diario, aunque crucial, podía esperar un momento mientras encontraba consuelo en la naturaleza y la compañía de Daniel.

—Daniel, ¿sabes quién es el hombre de la estatua? Tiene un aire tan fuerte y decidido, como si guardara secretos antiguos. —pregunté con curiosidad.

Daniel, con una sonrisa suave, asintió y comenzó a compartir sus conocimientos sobre la figura tallada en piedra. Se notaba que había venido aquí más veces, que conocía la historia del sitio.

—Ese es el doctor Malach. —, dijo. —Aunque no es el alcalde, es una figura esencial en el pueblo. Financia la mayoría de las cosas, desde proyectos comunitarios hasta eventos locales. Es como el mecenas no oficial del lugar.

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la revelación. No tenía idea de que alguien tan influyente estuviera detrás de la tranquilidad y la prosperidad aparentes del pueblo. Daniel continuó, describiendo cómo el doctor Malach era conocido por su filantropía y su compromiso con el desarrollo del pueblo.

Mientras escuchaba, no podía evitar sentirme intrigada por el rostro de la estatua. Aunque era solo una representación esculpida en piedra, la habilidad del escultor para capturar la expresión del doctor Malach era asombrosa. Sus rasgos eran realistas, con líneas que transmitían sabiduría y determinación. Me encontré estudiando los detalles de su rostro, maravillada por la habilidad de quien había tallado esa escultura.

Aunque el doctor Malach permanecía inmóvil en forma de piedra, su presencia parecía tener un impacto tangible en el pueblo. La revelación de su papel en la comunidad despertó mi interés y me hizo reflexionar sobre la riqueza de historias que podían estar ocultas tras las fachadas aparentemente sencillas de aquel lugar encantador.

Daniel, con una chispa traviesa en los ojos, añadió un dato curioso que avivó aún más mi interés.

—Oh, y aquí viene lo interesante. — dijo, revelando un detalle intrigante. —El doctor Malach no es solo un benefactor generoso, sino que también es psiquiatra. Sí, algo así como tú, Lysandra. Pero, en lugar de trabajar con pesadillas, se adentra en las mentes de las personas de la comunidad para ayudarlas con sus problemas psicológicos.

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