Capítulo 8: Huye, te encontraré

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Me desperté sobresaltada en mitad de la madrugada, su cuerpo se crispó al percibir un golpe sordo en la entrada principal. ¿Daniel ha vuelto borracho? La confusión me envolvió mientras se asomaba al pasillo, todo estaba envuelto en una oscuridad espesa. Mis ojos, aún entumecidos por el sueño trataban de vislumbrar algo entre las sombras, captaron de refilón la figura de dos extraños cerca de la ventana junto a la puerta; uno de ellos sostenía un hacha.

No era Daniel.

Entré en un estado de alerta ante el peligro que se insinuó en el ambiente. Rápidamente comprendí que enfrentarse a dos hombres armados dentro de la casa sería una tarea imposible, si querían hacerme daño podrían hacerlo sin mucho esfuerzo. No tuve tiempo de pensarlo dos veces, sin considerar nada ni a nadie, mi instinto de supervivencia me impulsó a tomar una decisión arriesgada. A enfrentar mis miedos, así como hacía en mi trabajo. Sin hacer ruido, con la adrenalina bombeando a través de mis venas hasta mi cerebro que se encontraba más despierto que nunca, me deslicé por la ventana hasta caer al suelo.

El frío de la noche acarició mi piel mientras sus pies tocaron tierra firme, estaba con la piel de gallina. Me moví en las sombras del bosque, tratando de ser tan invisible como la oscuridad que me rodeaba. Por primera vez, me dejé abrazar por la espesura de su misterio. Cada paso que daba era un susurro silencioso en la penumbra de la madrugada, mientras rezaba para mis adentros que realmente estuviera siendo efectiva. La urgencia de escapar guiaba mis movimientos como si conociera el terreno de memoria, mientras el misterio de la situación me envolvía en sus brazos.

El exterior, iluminado apenas por la luz de la luna nueva, ofrecía escondites momentáneos entre los árboles y arbustos circundantes. Me sumergí en la profunda noche, luchando por entender la amenaza que se cernía sobre mi hogar, sobre mi misma. Con el corazón latiendo con fuerza, me alejé de la casa cuanto pude en busca de seguridad, determinada a descubrir la verdad detrás de esta siniestra visita.

Estaba escondida entre las sombras, escuchando con angustia cómo los hombres penetraban en mi habitación con pasos pesados, desconcertados al no encontrarme donde esperaban.

Mantuve la calma, pero mi atención se agudizó cuando percibí que la bodega estaba abierta. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras evaluaba la situación. Cualquier movimiento en falso podría delatar mi escondite.

—No puede haberse ido tan lejos. Esta es su habitación, ¿Dónde demonios se ha metido? — susurraba uno de los desconocidos con la voz grave.

—Debería estar aquí. ¡Algo no cuadra! — La segunda voz era más chillona, quizá de alguien más joven.

—¿Crees que nos escuchó, quizá pudo entrar a la bodega? Ha podido salir por la ventana. — dijo la voz masculina, mientras movía las cortinas de mi cuarto, dejándome ver que era un hombre un poco mayor que yo, con la cabeza rapada y una exuberante barba.

—Si está ahí, no se escapará con vida.

Un susurro seco resonó cuando, al intentar moverme, una ramita cedió bajo mi peso. Me cago en puta vida. Los individuos, alertados, se giraron hacia el sonido, buscando en la oscuridad. Contuve la respiración, pero otro error me delató cuando una ramita se quebró bajo su pie por culpa de los nervios. El hombre se asomó a la ventana, apuntando en mi dirección.

—¡Está allí corre! — No quise pararme a ver como saltaba por mi ventana. Solo quería huir, salir viva de esta.

Impulsada por el miedo, rompí el silencio al emprender una huida frenética a través del bosque. Cada paso resonaba como un latigazo en la noche, las ramas arañaban mi piel, y las piedras ocultas en la penumbra me amenazaban con derribarme. Me levantaba con premura cada vez que tropezaba, los pulmones me ardían y la desesperación fue mi motor para seguir corriendo hasta que no pudiese más.

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