Ya no vuelvas, no quiero lastimarme de vuelta
De perdonarte perdí la cuenta
Y si sueñas conmigo, pedime perdónIsabella Scaloni
La noche había llegado y con ella la oscuridad a mi alrededor. Lo único que me permitía ver mi entorno eran las luces de la calle y los edificios. La temperatura bajaba de a poco pero me gustaba así. El humo quema mi garganta y tardo un poco en volverme a acostumbrar al sabor tan particular del porro. Meses sin fumar siquiera un cigarrillo común, pero hoy tuve la necesidad de hacerlo. Sea buena idea o no, estoy cansada de cuestionarme todo lo hago, asique simplemente decido ser, por lo menos hoy.
―¿Que haces afuera con este frío y encima fumando?
―Hola ¿no?
Respondo mientras pongo los ojos en blanco. Creí que ya iba a estar en un avión con destino a España. Tampoco es que me voy a congelar, solo disfruto de la ciudad desde el balcón de mi departamento. Rodrigo se acerca para imitar mi postura. Apoya ambos brazos en la baranda y queda al lado mío, observando como el sol termina de esconderse.
―¿De donde lo sacaste? ― Le extiendo el porro pero niega. Aprovecho de darle una calada antes de contestar.
―Regalo de cumpleaños de Ota. ― Suelta una risa nasal. ― ¿Que? ¿Te sorprende?
―Para nada.
El silencio que se forma tras esa conversación sin sentido no es incómodo. Tengo mucho para decir pero al mismo tiempo no. Las palabras que necesito soltar van a generar una pelea innecesaria y lo que menos quiero es que nuestro último momento sea amargo. Él vuelve a su club y yo aún no se que voy a hacer con mi vida. Cuando una rafaga de viento nos golpea, entramos al departamento aprovechando para ir al baño.
―¡Isabella! ― Su grito me hace saber que vio algo que no debia. Al salir del baño sigo su voz y lo encuentro parado en el medio de mi habitación. ― Te va sa ir ¿no? ¿Vas a volver a desaparecer?
Mis ojos van entre él y la valija que hay arriba de la cama. Diga lo que diga, no va a entenderlo.
―Tengo que hacerlo Ro.
―No, no tenes que hacerlo. Podes quedarte y afrontar las cosas, pero preferis escapar como siempre. ― Niega con la cabeza y se lo nota bastante enojado.
―Sé que estas enojado, pero no podes decirme como debo manejar o no mi dolor. ― Sus ojos vuelven a hacer contacto con los mios, esperando a que continue. ― Esta vez es diferente, eso te lo aseguro.
―¿Diferente como? ― Trata de sonar un poco más calmo.
―No voy a desaparecer, esta vez no porque no lo necesito. Solo quiero alejarme de todo unos días, es lo único que pido Ro. Terminar de acomodar mi cabeza y seguir.
―¿Segura? No quiero pasarme meses intentando descubrir tu ubicación. Ya lo hice y no es divertido.
Una pequeña molestia se instala en mi pecho, definitivamente es la culpa. Culpa por hacerlo preocupar tanto, por hacerle creer que estaba en la obligacion se cuidarme y estar pendiente de cada segundo de mi vida. Voy a estar siempre agradecida por su amistad, pero es hora de quitarle tanto peso.