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Creía que nada saldría bien al final
Estaba tan roto y ya nadie me iba a curar
Creía que tal vez lo mío era quedarme así, solo

Narrador

Las piernas enredadas entre sí, las sábanas cubriendo parte de sus cuerpos. Una cabeza apoyada en el pecho del otro, el calor que los envuelve en una comodidad familiar pero que no sentían hace mucho tiempo, que extrañaban. La noche no había terminado sólo en ese encuentro del auto, apenas llegaron a casa de Isabella nada de lo que pasó fue tomado con calma. Desesperación, anhelo, ganas y muchísimo deseo. Se tocaron y se miraron como nunca antes, casi que venerando al otro. No les importó ni la hora ni ser escuchados por los vecinos, se dieron placer hasta el cansancio, hasta que la tranquilidad y el sueño los abrazo a ambos.

Ella fue quien primero abrió sus ojos, con algo de dificultad porque las horas de sueño habían sido pocas. A eso sumarle el alcohol, el sexo de la noche anterior y el trabajo que la tenía agotada. Lo primero que vieron sus ojos fue a Leandro apoyado sobre sus pechos descubiertos. Desde esa perspectiva no podía verle demasiado la cara, pero si parte de ella, en especial como sus labios sobresalían en un pequeño puchero, indicando que estaba profundamente dormido. La respiración de ambos era tranquila, sus cuerpos encajaban a la perfección, pero no podía evitar que su corazón latiera un poco descontrolado cada vez que lo tenía así, solo para ella. Porque después de tanto tiempo viviendo en una tormenta sin fin, estaba llegando la calma.

Su mano izquierda estaba apoyada sobre la espalda del jugador, mientras que la derecha la usó para acariciar levemente su bíceps y después ir hacia su cabello, el cual acomodó con cuidado. Que bien se sentía estar así y con él. El cuerpo de Leandro se remueve, quizás por sentir las caricias o sólo porque necesitaba acomodarse, pero se quedó quieta para ver que hacía. Los brazos de él se aferraron con más fuerza a su cintura, apretando el abrazo que le daba y su cabeza se inclino un poco hacia atrás, dejándola ver ahora si su rostro completo. No pudo resistirse de acariciar ahora su mejilla, estaba tentada de besarlo pero no quería interrumpir su sueño, no cuando se lo veía tan relajado. Lo sintió suspirar y se dio cuenta que posiblemente estaba despierto, solo fingía dormir para seguir sintiendo sus delicados dedos.

—Que bien te sale hacerte el dormido eh.

—Dejame, estoy disfrutando. — Se remueve  nuevamente sobre ella, como un gato en busca de mayor contacto, de amor.

—Podes hacerlo sin fingir bobo.

Y con esas palabras, Leandro sonríe, dándose cuenta de que tiene razón. Porque era mejor disfrutar de ese momento mirándola a ella. Verle la cara de recien despierta, el pelo alborotado y admirar quizás alguna marca que le haya dejado en el cuerpo. Cuando él abre los ojos, ella se pierde ese color que la vuelve loca, podía estar toda la vida admirando cada una de sus facciones. Sus cachetes se tornan de un rojo leve, mientras que él amplia su sonrisa, agrandado por el efecto que tiene en ella. La conoce demasiado como para saber que le negaría un beso sin antes haberse lavado los dientes, por lo que la sostiene de la mandíbula con un poco de fuerza y junta sus labios. Derretida por lo que siente, se deja llevar sin reclamos.

—Buen día.

—Buen día hermosa. Que maravilla empezar así la mañana. — Leandro sale de arriba suyo para ponerse el bóxer. Ella aprovecha para sentarse mejor y observarlo, pero se le escapa un quejido. —¿Te duele la cabeza? A mi también.

—Tomamos mucho y dormimos poco.

—Me baño rápido y te traigo algo para el dolor, ¿te parece? — Asiente y él se acerca para dejar un pico rápido antes de dirigirse al baño.

Quedate - Leandro Paredes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora