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Narrador omnisciente

—¿Y ahora que hacemos?

—¿Vos que querés hacer?

Ambos sentados en ese sillón blanco, mirándose a los ojos y con una sonrisa boba plasmada en la cara. Esos pequeños nervios instalados en el estómago, como cuando se empieza algo nuevo. Pero entre ellos era todo menos nuevo. Si era un nuevo comienzo, una oportunidad de hacer lo correcto está vez y ninguno de los dos iba a desaprovechar nada. Desde este punto en adelante sólo podían venir cosas buenas.

Leandro se pone de pié, ampliando aún más su sonrisa. Se acomoda un poco el pantalón y las mangas de la camisa antes de extender su mano hacia Isabella, la cual acepta sin pensarlo. Una vez que se encuentran uno frente al otro, él no duda en posicionar sus manos en la cintura de ella para luego pegarla a su cuerpo. Lo que había extrañado tenerla cerca era casi inhumano. Su pelo largo, el brillo de sus ojos, la piel suave, su olor. Vuelve a juntar sus bocas en un beso lento y delicado, queriendo disfrutar hasta lo más mínimo para luego abrazarla con fuerzas. Ella al estar casi escondida en su pecho, se da cuenta que su corazón no es el único que tiene los latidos descontrolados. Leandro deja salir el aire contenido en un suspiro de alivio y tranquilidad. Cuando se separan, se inclina levemente para dejar un beso en su frente.

—¿Volvemos con los demás y bailamos un poquito? Si me quedo a solas con vos, no voy a poder controlarme.

Isabella lo empujo por uno de los hombros de forma juguetona y entrelaza sus dedos para caminar juntos hacia el interior y volver a la fiesta. Una vez dentro, tardan un poco en acostumbrarse a la luz oscura y los colores parpadeantes. Ya están todos bastante enfiestados. Otamendi haciendo un vivo en instagram como siempre, molestando a los más jóvenes por estar sentados como viejos. Cada uno con sus respectivas parejas o en grupos muy pequeños.
Alguien parece llamarlo a Lean a lo lejos porque tira levemente de su brazo para que lo siga, llegando a donde están Paulo, Rodrigo y Messi.

Las paredes retumban, los cuerpos se mueven al ritmo de la música. Sus manos se separan cuando las amigas de ella se ponen a bailar a su alrededor. Leandro y los chicos comienzan a hablar como pueden. A los pocos minutos Isa se acerca a Leandro para poder hablarle.

—¡Voy al baño! — Grita por encima de la música. — Ya vengo.

—¿Querés que te acompañe? — Niega segura cuando sabe las intenciones que tiene.

Comienza a caminar hacia los baños que se encontraban a una distancia un poco larga para su gusto, seguida por Antonela y Oriana. Ambas amigas querían saber con detalles que estaba pasando entre ellos, pero más que nada si habían podido hablar aunque sea un poco y no dejar todo como si nada, algo que solían hacer. Una vez que termina con sus necesidades, se lava las manos. La primera dama imita su acción y Sabatini se asegura de no tener el maquillaje corrido. Cuando terminan, se le quedan mirando expectantes y con curiosidad.

—¿Que les pasa locas?

—¿Que onda con ustedes? Esas miraditas dicen que algo pasó.

—Tampoco exageren. — Acomoda su vestido, asegurándose de que tape lo necesario. — Por lo menos ahora estoy segura de que sigue sintiendo lo mismo.

—Pero tienen mucho que hablar aún.

No quería que nadie la bajara de esa nube de felicidad en la que estaba. Pero ninguna de sus amigas quería que algo saliera mal, querían evitar que fingiera demencia como había hecho en el pasado y con otras personas. Pero sabía que era cierto. Si bien ella había pedido perdón y él reconoció varios errores, quedaban muchas cosas por hablar, por aclarar, por contar pero sobre todo por pactar.  Tenía que haber un pequeño pacto que ambos estén dispuesto a cumplir y llevar a cabo. Los tiempos de ambos eran diferentes, las profesiones, los países donde vivían. Eran muchas las cosas pendientes y tanto Leandro como Isabella muy en el fondo lo sabía, pero nada de esto les iba a quitar las ganas de estar juntos. No ahora que los planetas parecían alinearse.

Quedate - Leandro Paredes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora