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Tomas insistió en que esperara un poco para que almorzara, pero ella se sentía tan turbada que necesitaba alejarse de él y de todo ese lugar; el no insistió dejándola ir y diciéndole que si necesitase algo no dudara en llamarle. Ella volvió a agradecerle y salió del lugar a toda prisa pensando que hacer con aquella información que sabía ¿esta Tom consiente de todo aquello?

Estando ya en el hospital se dirigió a la sala de traumatología, le informo a la enfermera que estaba en la entrada a lo que había ido, ésta le indicó que había sido la primera de la lista y al no estar habían pasado a otro paciente, le pidió que tomara asiento y pasaría en el siguiente turno, la habitación no estaba llena sin embargo ella estaba  tan inmersa en sus pensamientos que no se dio cuenta que en el asiento detrás del que ella había tomado estaba sentado Miguel con su teléfono en la mano, mirándola fijamente.
- no es propio de ti llegar tarde a algún lugar, tenías cita a las mil trecientas.
Ella se había dado cuenta que estaba allí, sin embargo al escuchar la voz sabía perfectamente de quien se trataba; lo habían estado ignorando sus llamadas, mensajes y visitas desde que  estaba  trabajando en el bar, ya tenía suficientes problemas para quererlo tener husmeando en su vida.
- Se me hizo tarde – respondió haciendo un ademan sin voltear a mirarle.
- Ya te han llamado dos veces. 
- Luego me volverán a llamar – no quería ser soez con él pues en el fondo le tenía mucho cariño, pero las circunstancias lo hacía querer lejos de ella.
- Cuando ya te hayan atendido, quiero ir a tomar un café, necesito hablarte.
Luego de que los doctores le quitaran el yeso y tras salir del hospital fueron a un café cerca de donde estaban. El hombre le dio un largo y extenso sermón por no contestar sus mensajes a eso le añadió que sabía del nuevo empleo y que debía dejarlo.
- Tenemos meses investigando ese lugar, aprovechábamos que Helen estaba cerca para que lo tuvieran vigilados, estoy seguro que están implicados en tráfico de armas, todos los indicios nos llevan a ese lugar – respiró frustrado – sin duda algo se está cocinando allí, pero los jefes parecen ser fantasmas, hemos tenido informantes, los hemos perseguido y no hemos llegado a nada, ahora lo menos que quiero es que estés allí cuando esto explote.
- Espero que le pagues bien a la pelirroja por los tantos trabajos que le pones – tomó un sorbo de café – entonces están persiguiendo a un traficante fantasma, por esa razón tus hombres entraron allí el día de mi accidente – él asintió dándole vueltas con la cuchara al azúcar que había echado en su taza – ya sabía yo que había algo extraño, aunque debo decir que por un momento pensé que pedirías otra vez que trabajara para ti y vigilara que hay en ese lugar, como tú lo sabes todo y estas en todos lados.
- Esa persona ya la tengo – sonrió socarronamente –  ¡tú sabes quién soy yo!
- vaya humildad, se me olvidaba que eres el Nick Fury blanco de este universo – comentó rodando los ojos.
- ¿El qué? ¿Qué es eso? Estas demasiado puntillosa hoy, te estas tomando esto a la ligera y no debería ser, es mi deber cuidarte.
-  Cuando te necesité y no estuviste, me hastía que ahora quieras hacerla de mi padre, ya no te necesito –  le gritó enojada – puedo arreglármela sola.
Era tanta la frustración que sentía que le importaba poco comportarse como una cría.
- Ese lugar puede ser peligroso Dayla –  hablaba con una voz suave y paciente – no sabemos si están empezando con esto o si siempre estuvieron frente a nuestras narices y nunca los vimos; le falle a tus padres una vez, no quiero que vuelva a suceder, no pude ayudarlos a ellos, necesito mantenerte a salvo a ti.
No podía decir nada más,  con solo escuchar esa palabra sentía que su mundo se venía abajo. Guardó silencio analizando lo que había visto esa mañana y la situación en la que estaba, ¿acaso sabia Tom de ese armamento? ¿Estaba involucrado también?
- Vamos te llevaré a casa.
Miró a aquel hombre a los ojos asintiendo en silencio, durante el resto del camino ninguno de los dos hablaron, al llegar al aparcamiento del departamento  se bajó del auto y se fue sin despedirse, estaba comenzando a caminar cuando le escuchó y volteó a mirarle.
- No puedo ordenarte lo que tienes que hacer, eres terca y actúas por impulso, solo prométeme que tendrás cuidado y si necesitas ayuda no dudes en decirle a Piero o a Hellen.
Aquel hombre había sido lo más parecido a un padre desde que había sido forzada a alejarse de su hogar y entrar al servicio militar, sin embargo se le hacía muy difícil perdonarle.
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Despertó el siguiente día sintiéndose agotada mentalmente, no tenía ni ganas de levantarse, haraganamente se paró de la cama dirigiéndose al baño. Se dijo a si misma que una ducha fría sin duda la activaría, al salir se miró en el espejo detallándose a través de él, había bajado de peso, su rostro ya no se miraba colorado, se veía pálido y triste, se maquilló ocultando las ojeras que se le estaban marcando y también le dio un poco de color a sus cachetes.

Volvió a la habitación para alistarse cuando escucho el sonido el Smartphone  en su mesita de noche, cogió el aparato  miró la pantalla rota, al ver de quien se trataba se le dibujó una sonrisa.
- Buen día precioso – la voz tenue de Tomas se escuchaba al otro lado del audífono – quería pasar a verte ayer luego del trabajo, pero me ocupé hasta tarde ¿Cómo ha salido todo?
- Perfecto, ya vuelvo a tener mis dos piernas funcionales – mientras hablaba ella no se daba cuenta pero tenía los cachetes encendidos.
- Qué bueno, me hubiera gustado ir a verte, pero como recompensa me preguntaba si querías desayunar hoy conmigo.
Antes de que la vocecita en su cabeza le chillara que no lo hiciera aceptó.
- Paso por ti en quince minutos.
- Vale.
Se terminó de alistar sintiendo un poco de ansiedad, sentía atracción por aquel hombre, por lo que apartó de su mente lo que había descubierto el día anterior, solo disfrutaría del momento. Tom no tardó en llegar y ella se subió en al auto y luego de recorrer varios minutos aparcaron en el estacionamiento de un centro comercial, fueron hasta el elevador, cuando este comenzaba a subir se sacudió provocando que ella cogiera su brazo, al darse cuenta de lo que había hecho lo soltó sonrojándose.
- Tranquila, estoy contigo – le tranquilizó tomándola de la mano.
Las puertas del elevador se abrieron frente a un local que parecía ser una cafetería. Caminaron hacia las puertas, entraron en ella tomados de la mano, Dayla sentía una mezcla de emociones que la hacían sentirse nerviosa.
- Buen día Kat – saludó Tomas parándose frente al mostrador de la entrada.
La chica era delgada cabello  castaño, estaba contando varios billetes, levantó la vista mirándolo sorprendida.
- To… Tomas, vaya, cuanto tiempo – le dio una sonrisa forzada a ambos – siempre es un gusto volverte a ver  ¿Quién es esta preciosura?
- Una posible futura novia – respondió guiñándole el ojo.
La chica la miraba con recelo pero Dayla tenía el corazón acelerado, ¿había escuchado bien? Esas palabras la había descolocado, muchas ideas y escenas comenzaron a pasar  por su cabeza; debía parar de pensar.
- ¿Leila?
Volteó a mirar a Tom que tocaba la espalda, se había quedado atrapada en sus pensamientos.
- ¿sí? – soltó una sonrisa exacerbada.
- Vamos a nuestra mesa.
Salieron por unas puertas de vidrio que daban a la parte externa del establecimiento donde había un balcón, fueron juntos a una mesa un poco alejada de la puerta y se sentaron, ella seguía con una expresión en su cara de excitación hasta que esa vocecilla le gritó en su cabeza que parecía una estúpida sonriendo, que no era la primera vez que salía con alguien, que debía de comportarse. Tragó en seco y aguantó la respiración, odiaba que su conciencia trabajara más rápido que su sentido común, era normal sentirse emocionada si el chico que le llamaba la atención dijera esas cosas, tuviera la edad que tuviera, pero esa vocecita siempre le arruinaría el momento; un castigo por la condición que padecía.
- Iré un momento a la cocina a hablar con un amigo que no veo desde hace tiempo ¿te importa? – anunció el sonriéndole. 
Ella negó con su cabeza, él le rozó la mano y se paró guiñándole el ojo. Al desaparecer por la puerta ella solo lo quedó mirando, el corazón le palpitaba a millón aunque necesitaba ser razonable, el miedo llegó a su mente, al recordar lo que había pasado con Evans, se había enamorado tontamente y él solo la había utilizado.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora