Despertó el día siguiente muy temprano, apenas había podido conciliar el sueño, había decidido ir a buscar ese pedido, después de todo, Tomas la había estado cortejando, necesitaba saber si aquello era real antes de actuar de cualquiera manera.
Se alistó y salió había el bar treinta minutos antes de la hora, al llegar un muchacho al que ella nunca había visto nunca por allí le esperaba en la puerta trasera, le entregó un aparatito diciéndole que Tomas se lo había enviado; ella no era tonta, sabía perfectamente que esto no estaba del todo bien, por la hora el bar no estaba abierto, así que volvió a la camioneta, tomó su viejo Smartphone y marco.
- Hola nena – escuchó la voz de Tomas del otro lado, se escuchaba el ruido del tránsito – estoy un poco ocupado con los jefes desde anoche, mandé a uno de sus escoltas con el GPS que tiene la dirección ¿Ya llegó?
- Eh, si ya me lo dio – quería preguntarle dónde estaba, si estaban las cosas bien entre ellos, sentía miedo de que él también la fuera a traicionar y fuera corriendo hacia el matadero.
- Vale – dijo él tras su silencio – haré lo posible por ir a verte esta tarde, te quiero.
Sin más nada que decir la llamada finalizó, no podía negar a nadie que sentía pánico, las manos le temblaban y sentía un enorme frío en el estómago.
Fue conduciendo por dónde el aparato le indicaba, al llegar al destino su temor se intensificó, aquello parecían una bodegas abandonadas en medio de la nada, éstas estaban frente a un gran estacionamiento, en el que también estaba una BMW negra con vidrios oscuros, junto a ésta estaban tres hombres de distintas edades vestidos con trajes elegantes de color negro. Dayla acerco la camioneta despacio a dónde estaban ellos, tenía la piel erizada, esas personas no eran para nada como las que había visto anteriormente, al acercarse dos de los hombres la miraban son semblante frío, el más viejo le dedicó una sonrisa.
- ¿Usted es la Señorita Dayla? – dijo el mayor de los hombres que estaba situado en el medio de otros dos.
- Si – contestó ella tragando grueso, efectivamente las cosas no andaban bien, ¿Cómo sabía ese hombre su hombre? en los dos meses que llevaba trabajando ningunas de las personas les había dirigido la palabra y mucho menos la habían llamado por su nombre ¿Debía haber mentido acerca de su hombre?
- Un placer, mi nombre es John – dijo el hombre sonriendo nuevamente – y ¿llevas mucho tiempo trabajando para ellos?
- Eh, no – se sentía incomoda, el hombre la miraba con intensidad, mientras acariciaba el borde del sobre que tenía en las manos – solo unos meses.
- Entiendo y ¿sabes lo que vienes a buscar?
Aquello no andaba bien, apretó las manos al volante dispuesta a pisar el acelerador y salir de aquel lugar cuando escuchó el ruido de una moto acercándose, en un instante los hombres que estaban al lado de John sacaron cada uno una pistola y sin más comenzaron a dispararle a un sujeto que venía a toda velocidad a donde estaban ellos, parecía ghost rider, aunque no llevaba cadena, esquivaba las balas como si se tratara de un balón de soccer, al pasar por lado de ellos, Dayla quien había permanecido inmóvil miró que lo que tenía puesto en la cabeza era un casco con una calavera pintada, el motorizado siguió de lago y a unos diez metros freno de golpe y sacó un subfusil H&H MP-5 y comenzó a disparar, venia frente a donde estaban; los dos hombres montaron hicieron de escudo para John, se montaron en la camioneta y desaparecieron a toda velocidad.
El hombre de la moto al ver que la BMW se iba frenó quedando a poca distancia del auto donde estaba Dayla, ella no se permitía ni respirar, el corazón le latía a toda velocidad, él permaneció allí unos minutos, luego pisó el acelerador y se fue. Al escuchar la lejanía del motor de la moto, se permitió respirar nuevamente, sacó temblorosa de su bolsillo el teléfono sin saber a quién llamar. Permaneció allí alrededor de una hora, con el aparato en las manos sin saber qué hacer, de hecho no había mucho que hacer, estaba convencida de que esos hombres iban a acabar con su vida y eso había sido obra de Tomas.
Prendió la camioneta para dirigirse al bar pero la pantalla del teléfono se iluminó con una llamada de Tomas; contestó y quedo escuchando a ver que decían.
- Aló – se escuchó silencio del otro lado – ¿nena estas allí?
Ella respondió contándole lo que había sucedido.
- ¿Estás sola?
- Si
- Voy para allá no te muevas.
No tardo menos de veinte minutos en llegar, así que Dayla intuyó que no debía de haber estado muy lejos del lugar.
Tomas llego en un Kia Telluride, éste venia conducido el mismo sujeto que le había dado el GPS en el bar. La morena no sabía que pensar, aquello no encajaba por ningún lugar, cuando él se acercó ella se sentó reacia para abrir la puerta del conductor.
- Nena está bien, estas a salvo.
- ¿Quiénes eran esos hombres Tomas?
- Eso quiero averiguar, de acuerdo a las descripciones de los hombres que me diste no tengo idea, tu solo venias por mercancía, debía ser como siempre.
- Ese… ese hombre sabía mi nombre – ella tenía tanta desesperanza que sentía como su tuviera una mano alrededor del cuello que no le permitía ni respirar ni hablar.
- No lo sé nena, pero te juro que averiguaré quienes eran esos hombres.
- Quiero ir a la policía – respondió a voz baja sin pensar mucho en lo que decía.
Él la miró a los ojos y ella apartó la mirada
- Está bien nena, iremos a donde haga falta, quien te haya querido hacer daño tiene que pagar.
Pasaron el resto de la tarde en trámites e interrogatorios, ella sabía que eso no serviría de nada, sin embargo tenía la esperanza de que Miguel metiera como siempre las narices donde no lo llamaban y averiguara que había sucedido. Era más de las de las veintiún horas cuando estacionaron en el aparcamiento del edificio, en todo el camino él le había estado sujetando la mano.
- Siento que en parte esto es culpa mía – le dijo bajándose del auto para ir a abrirle la puerta a ella.
- No sabias que algo así pasaría, no tienes por qué echarte la culpa – respondió al salir del vehículo quedando frente a él.
Aunque en verdad lo creía una parte de ella dentro de su mente no dejaba de recalcar lo que había sucedido el di anterior, uno de los dos debía ser culpable.
- ¿te he dicho que eres un ángel?
Diciendo aquello se acercó a ella y le besó. El beso no duró mucho, aquello a ella no le parecía normal, tenía tantas sospechas sobre Tom que el beso no hacía que mejorase la situación y el cómo se sentía.
*****
Al llegar al departamento lo primero que notó fueron las luces prendidas, miro alrededor viendo que la ventana de la estancia estaba abierta, estaba segura de que al salir no lo había dejado así, miro minuciosamente los alrededores del departamento, ninguno de los visitantes frecuentes estaba por allí, tampoco había algo fuera de lo normal que demostrase que alguien había estado allí.
El día siguiente no fue a trabajar, había esperado que Piero, Aileen o Miguel pasaran por allí esa mañana, sin embargo ninguno llegó. Para final de día decidió limpiar el departamento, comenzó con mirar que había traído su antiguo coach, una de las bolsas traía enlatados y comida para gatos, dentro de esa había una más pequeña con cosméticos, en otra bolsa había parte de lo que ella había dejado en las oficinas donde trabajaba con Arturo y en la tercera habían varias libretas con diferentes tipos de apuntes, una de ella tenía una nota en la portada que le decía que estaba de viaje y que no volvería en dos semanas, que mantuviera eso oculto.
Había amanecido cuando termino de limpiar, miró el reloj del pasillo dándose cuenta que se acercaba la hora del medio día, aunque el departamento no tenía polvo esa era una de las tácticas que utilizaba para mantener la mente ocupada, no se había dado cuenta que había pasado tanto tiempo.
Agotada se recostó en el mueble a descansar cuando la puerta de la entrada se abrió y Piero entro por ella. Esa visita no había sido menos oportuna, más le traía noticias que ella ya sabía, le invitó almuerzo y para la tarde sin tener nada que compartir este la invitó al bar; ella estaba tan cansada que no le apetecía mucho salir, después de haber hablado de lo sucedido quería respuesta y encerrada en el departamento no las conseguiría. Él tenía razón al decir que habían muchos detrás de ella y que no se podía esconder para siempre, era hora de plantarle cara a la situación.
Cuando llegó al bar lo primero busco fue a Tom en la barra, pero este no estaba.
- Puede que esté en la oficinas con Adria, ¿Por qué no subes? Yo necesito ir con urgencia al baño.
Ella si estaba en el cubículo sin embargo parecía que algo la perturbaba.
- ¿Está todo bien? Vine a buscar a Tom.
- Si – se aclaró la garganta – no lo he visto, sabes necesito salir, si pudieras quedarte encargada del bar por un rato, de verdad que te lo agradecería.
Pasando por el lado de Dayla casi corriendo la dejo con más preguntas que respuesta, ella salió persiguiéndola, estando ya en la calle miró a la chica en la acera, parecía que buscaba a alguien, la morena se apresuró para alcanzarla sin embargo sintió que chocaba con algo; un hombre, que vestía un saco color gris oscuro, guantes negros y unos lentes del mismo color, el la miro de arriba abajo sin articular palabra, asintió a modo de disculpa y se hizo a un lado para continuar su camino.
Adriana se acercó a donde estaba ella, estaba más pálida de lo habitual – ¿por dónde se ha ido?
- ¿Quién? – no entendía que estaba sucediendo.
- El hombre con quien has chocado – señalo con la mano por donde lo había visto agarrar - ¿quién es?
Ambas miraron al sujeto que pasaba frente a ellas, esa moto, la misma que había estado en el estacionamiento, entonces…
- Lo siento Leila me tengo que ir – dijo la rubia azorada y corrió al estacionamiento.
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JURAMENTO una venganza
Ficção AdolescenteDayla Martí trata de ser una chica normal, su meta es intentar pasar desapercibida en la pequeña ciudad donde recientemente se mudó, esta joven de tan solo 27 años guarda un secreto que la hace ser el blanco exacto de un grupo de mafiosos, su pasado...