2

10 4 0
                                        

- Martí – otro grito. Así había transcurrido gran parte de la mañana – será que me puedes traer las copias, joder.
- Si señor – respondió la chica dando un largo suspiro  – un momento – movió la silla levantándose por milésima vez de su escritorio.
- Quiero que entres conmigo a la reunión de hoy – ordenó el hombre autoritariamente al ella entrar a su oficina, llevaba copias de algunos posibles clientes. Las chicas del edificio lo habían apelado “maniático playboy” – quiero que estés pendiente de la comida, el agua y todas las necesidades de nuestros invitados, que nada les haga falta, si quieren aunque sea un tampón tú tienes que correr a buscárselo y dárselo.
     La chica recorrió con la mirada el rostro del hombre quedando finalmente observando sus labios mientas hablaba. No era feo, en absoluto, para estar pisando casi los cuarenta se veía en perfecto estado, sin alguna duda se cuidaba muy bien, aunque creía que el apodo de “Jefe Play Boy” que le habían puesto en la oficina era no era de un tanto imparcial, solo era un hombre simpático y musculo, se notaba que cuidaba su figura, pero muchos hombres también lo hacían en esa ciudad, nada que envidiarle a cualquier otro físicamente; claro que no cualquier hombre había heredado  empresa más grande de la ciudad.

- Martí, préstame atención coño.
Volviendo a la realidad respondió –  Sí señor le estoy prestando atención, quiere que este pendiente de las necesidades de los invitados, que nada les haga falta, si quieren aunque sea un tampón yo tengo que dárselo – recitó con exacta precisión y pesadez.

     Pero no importaba lo simpático o adinerado que fuera, su forma de ser, la fama de ser mujeriego,  agresivo e un hijo de su gran madre con los empleados lo hacía detestarlo.

- ¿entonces haces aquí? ¿Quieres que te felicite por recordar lo que dije? Anda a trabajar.
     Virgen de los idiotas dame paciencia, porque si me das fuerza, con esa perfecta corbata que trae lo ahorcaré – pensó la chica.
- ¿aún sigues aquí? Ve a preparar el café que los invitados deben estar por llegar.
   - Sabe cómo es la cosa grandísimo idiota – gritó harta de aquella situación – yo trabajo en una oficina alterna, con mi propio jefe, como ayudante de contabilidad,  soy quien más trabaja porque mi jefe nunca aparece y por tanto estoy a cargo de todo lo que se hace; soy quien más trabaja y quien peor paga tiene, quitando eso, no soy su sirvienta ni su secretaria, me tienes hasta la coronilla. Me parece una completa estupidez que me pongas a hacer estas tareas cuando tienes a una secretaría con la que todo el mundo sabe que se acuesta y nunca hace una mier…
- Quiero tu carta de renuncia ahora mismo – gritó sin dejarla terminar.
- En su despacho la tendrá.

- Martí.
Escuchar su apellido la había hecho volver a la realidad nuevamente, había estado bastante distraída ese día, eso que había imaginado eran las tantas cosas que siempre había deseado hacer pero estaba consiente que nunca podría hacerlo.

- ¿Qué haces allí parada niña, estás en tus días o qué te pasa?
- No señor, solo estoy un poco cansada – respondió rápidamente, ese hombre hacía que entrara en un estado de ansiedad.
-   Eso no es mi problema, vaya a trabajar que hay mucho por hacer.
     La chica caminó a grandes zancadas y se encerró en su oficina compartida, daba gracias de que el contador ese día como muchos otros, no había ido a trabajar. Su pecho subía  y baja una ola de ansiedad estaba a punto de atacarla, descalzándose los tacones y soltando los primeros dos botones de la camisa se recostó del único sillón de madera que había allí. Las ganas de gritar y llorar la invadían, comenzaba a temblar, sentía un nudo atorado en la garganta.

     Se paró descalza de sillón tomando su bolso y buscando torpemente sus pastillas para controlar la ansiedad, su mano estaba dentro de aquella pequeña bolsa buscando con frenesí sin conseguir el blíster, estaba segura que lo había colocado allí, nunca salía sin él. Perdiendo la paciencia volteó el bolso dejando caer todo lo que estaba dentro en el suelo, se sentó en el piso rebuscando en todo lo que había caído, lo encontró pero el blíster  estaba vacío, paso la lengua por sus labios resecos  y colocó los mechones que le caían en la cara detrás de sus orejas.
- Bendito seas – murmuró. Inhalaba y exhalaba agitadamente sentada en el  piso con todas las cosas regadas, era un muy terrible momento para tener un ataque de ansiedad, aunque nunca era un buen momento para tenerlo. La puerta se abrió dejando mostrar a la secretaria del jefe.
- Dayla buenos días, dice Arturo que… – la pelirroja la miró asombrada por su estado – ¿nena que pasó?  
- Mi medicina, se acabó, necesito con urgencia una pastilla Clonzep – respondió roca apenas pudo hablar, sentía una presión terrible en el pecho que le impedía respirar.
- Enseguida – la pelirroja cerró la puerta y apareció minutos después con un vaso de agua y una pequeña pastilla.
     La morena cogió sin pensar lo que la chica le ofrecía, se la echó a la boca y tomó un gran trago de agua, la pelirroja la ayudó a levantarse y la sentó en el sillón de madera, recogió todo lo que había en el piso, lo metió dentro del bolso y lo colocó en el perchero.

- Le diré al jefe que has ido por unos aperitivos que vuelves en un momento, esto te dará chanche mientras te recuperas un poco más ¿va?

     Ella asintió con los ojos cerrados sin ni siquiera voltear a verla. Había pasado un rato la morena no sabía cuánto pero la respiración se había vuelto normal, la presión en el pecho había desaparecido, necesitaba aprender a controlarse más no podía ser dependiente de pastillas.

     El toqueteo de la puerta la hizo abrir los ojos.

- Day la reunión va a comenzar, el jefe te sigue buscando, hoy está más insoportable que nunca, me  tiene corriendo por todos lados y anda gritando que si habías ido a hornear los pastelitos a china – dijo la pelirroja asomando la cabeza por la puerta.

- En un momento voy para allá – le dio una sonrisa de medio lado, la pelirroja asintió y salió cerrando la puerta.

     Soltó un largo suspiro se acomodó la falda, abotono su camisa y se volvió a colocar sus tacones negro – no dejes que nada te afecte Dayla, no dejes – se repitió mentalmente.

     Al salir de la oficina la pelirroja la miró dándole una sonrisa desde su puesto de secretaria, la morena lucía, normal, serena y tranquila, como si no se hubiera derrumbado en ningún momento.
- Iré a la panadería de la esquina a ver que encuentro para que Arturo no le dé un ataque de ira por mi ausencia.
- Pedí unos pastelitos gallegos y unas trufas para repartir por delibery según son en cinco minutos deben estar por llegar.
- Gracias, te debo una, iré a esperarlos en la entrada.

     La morena recibió el encargo y subió a la sala de juntas, todos los invitados estaban alrededor de una gran mesa. Aileen estaba a un costado de la sala con varias carpetas, mientas, Arturo exponía delante de sus posibles nuevos clientes las gráficas de los estados financieros hechos por ella. La reunión duró alrededor de una hora, en el descanso Dayla sirvió lo comprado junto a la pelirroja que apareció de repente con coca–colas y agua. La chica podía ser una perezosa que nunca veía trabajar o en su puesto de trabajo  pero ese día se estaba comportando como una campeona.

     Al terminar  la reunión, los inversores lo felicitaron por el buen trabajo y las excelentes graficas del contador, aunque fuera una pena que no estuviera allí, sin saber que todo el esfuerzo lo había puesto la chica que le había servido el aperitivo. Después de que los invitados se despidieran y retiraran quedaron solos en la sala, la morena, la pelirroja y el jefe. Dayla se acercó a Aileen que recogía los desechos y apilaba los vasos dispuesta ayudarla, Arturo se aclaró la garganta haciendo que las dos chicas voltearan a mirarlo.

- Limpien y ordenen todo lo que dejaron aquellos incompetentes mañana cuando llegue quiero ver todo impecable y Dayla el pago del ISLR esta vencido ¿Por qué no lo has ido a pagar?

     Las dos chicas se miraron con incomodidad siendo la morena la primera en hablar – señor yo saque el informe  para el pago con respecto a las utilidades y se las entregue a Martín para que la firmara, eso fue hace cuatro días,  él no ha venido en tres días y no ha firmado, él es el titular contador yo no puedo hacer más.

- Falsifica la firma, ni que fuera muy difícil de hacer – respondió con arrogancia.
     Dayla volvió a mirar a la pelirroja más incómoda aún.
- Señor, pero… eso no es legal, podríamos meternos en un problema si eso se sabe.
- Escucha bien  Martí – camino parándose frente a ella – en esta empresa se hace lo que yo diga y si yo te mando a falsificar la firma de ese prostituto barato tú vas y lo haces.
- Insisto señor, eso podría traernos problemas, mejor esperemos mañana a ver si el señor Martín viene.
- ¿Y si mañana llegas y encuentras una carta de despido en tu escritorio por desobediente?
- Señor pero yo…
     El hombre la dio la espalda dejándola con la palabra en la boca y dando un portazo al salir.
     La morena quedó observando la puerta, no podía esperar que todos los días fueran así, perdería la cabeza, ese hombre era la peor de sus pesadillas. Sintió una mano en su hombro y volteó a mirar a la pelirroja.
- Si quieres te puedo conseguir el número de Martín para que lo llames y arregles ese problema.

- Lo tengo, le he intentado llamar un millón de veces y me envía al buzón de mensajes, aparte de casi nunca viene y tengo que hacer su trabajo, cuando se pierde parece que se lo tragara la tierra.
- Trataré de localizarlo y te envío un mensaje si lo logro ¿va? Yo arreglaré un poco aquí y me voy, tú deberías irte ya te vez cansada.
     Dayla le tomó la palabra a la pelirroja y se fue.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora