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      Faltaban diez minutos para setecientas horas cuando entró a la oficina aquella mañana, después de agarrar el autobús era impresionante que hubiera llegado casi a la hora. El piso donde estaba su oficina estaba vacío y con las luces apagadas, las prendió y fue directo al despacho que compartía, se sentó en su escritorio dándose ánimos y teniendo vibras positivas de que la ese sería un buen día, y si no era así, igual tendría que soportarlo hasta que buscaras las maneras de salir de ese lio o que su jefe simplemente se le olvidara aquel asunto para poder irse en paz.

- Deberías buscar algo sucio y hacerlo público – sugirió la vocecita en su cabeza – Claro para que él le diga a cualquier persona nuestro paradero y vengan buscando a mi magnifico marido – pensó con fastidio – ¿aún lo llamas marido? Ese imbécil nunca sirvió para nada, podías hacerle lo mismo a Arturo, desaparecerlo.

La morena sacudió la cabeza estaba volviéndose loca, tomó una carpeta de la gaveta del escritorio y la calculadora, poniéndose a sacar cuentas.

- ¿Dayla? – La pelirroja asomaba la cabeza por la puerta, se estaba volviendo casi normal ver aparecer esa melena – ¿Puedo?

- Buen día Aileen, pasa.

La chica pasó algo trabajosa cerrando la puerta tras ella, camino hacia el mueble de madera y la miró desde allí.

- ¿Estas mejor? Llamé a tu departamento noche pero sonaba desconectado y pasé esta mañana a buscarte y nadie salió me preocupé.

Dayla la miró renuente ¿de dónde había sacado el número de teléfono de casa y dirección? ¿Sería una espía del gobierno?, algo no encajaba bien con esa chica, había quedado en contactar a Martín y él había el siguiente día sin dar escusas, en pocos minutos le había traído una pastilla que se vende bajo estrictas prescripciones médicas, aunque a veces llegaba muy tarde o no iba a trabajar todo lo tenía al día. Era muy buena en el trabajo o no era quien decía ser.

- ¿Dayla estás bien? Te has puesto pálida – La pelirroja se acercó al escritorio.

- ¿Qué haces aquí? – estaba amilanada.

- Viene a verte – respondió luciendo confundida – Ayer luego de que te fuiste Martin volvió y tuvo un reunión con Arturo, me mandaron a buscar el listado de los estados financieros de varias empresas que tu tenías, les comunique que te habías ido pero cuando entré tus cosas estaban aquí, salí para ver si te encontraba por algún lugar y vi que tu carro estaba en el estacionamiento y tú no estabas por ningún lado, me preocupé y fui a los archivos a buscar tu información, sé que es algo confidencial, lo siento.

La pelirroja hablaba rápidamente chochando las palabras, Dayla sonrió dándose cuenta de lo paranoica que se estaba comportando.

- Tranquila, estoy bien, gracias por preocuparte.

- Metí tus cosas en el archivo y lo cerré con llave, tú sabes, para más seguridad ¿los sacaste?

Negó con la cabeza, había olvidado por completo que sus pertenencias allí el día anterior, la chica se levantó del asiento hasta el archivero sacando el bolso y un Smartphone Huawei arcaico; volvió a donde había estado sentada dejándoselo en la mesa, la morena le dio una sonrisa ladeada, la chica no era tan mala como ella había creído, por lo menos tendría a una aparente buena persona como compañera de trabajo.

- La verdad es que no entiendo cómo puedes estar más de doce horas sin andar el teléfono, yo soy adicta a él.

- Supongo que es costumbre, no suelo utilizarlo mucho.

- Supongo – repitió encogiéndose los hombros – ¿tienes algo que hacer cuando salgas de trabajar?

Se quedó pensando un momento – Quería ir un rato a un bar que está cruzando la calle, es sábado me merezco relajarme un rato después de la terrible semana que llevamos.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora