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     Luchaba contra de dormirse teniendo poco éxito. Podía escuchar todo a su alrededor, pero sus ojos estaban tan pesados que por más que intentara no podía abrirlos, parecía que le hubiesen echado pegamento, además de sentirse como si estuviera volando – benditas pastillas – pensó ¿Cómo se le había ocurrido tomarse tantas? Si una la relajaba sin problemas.

- Leila ¿estás bien? Chica despierta que me estas preocupando – escucho decir a la rubia.

Su nombre no era Leila pero ¿qué caso tenia corregirla? Intentó nuevamente abrir los ojos sin tener éxito era inútil seguir intentando, se quedó un momento pensando, no podía abrir los ojos pero si podía hablar o eso creía.

- Estoy bien, solo son las pastillas que me tomé para la ansiedad – dijo con voz condensa pero lenta.

- Vaya – escucho decir a la rubia – estas bien, eso me tranquiza un poco, descansa un poco entonces, estaré aquí a tu lado mientras te recuperas.

La morena se relajó un poco quedándose dormida, el sueño la había vencido, solo esperaba que cuando se despertara no estuviera en manos de su jefe o en la de los antagonistas de su querido esposo trofeo.

Habían pasado las 2200 cuando despertó el ruido de una música intensa se escuchaba, seguía en el bar, se incorporó rápidamente mareándose, la cabeza aun daba vueltas. – La próxima vez, tomate la caja completa – dijo la vocecita en su cabeza; estaba segura que nunca has las volvería a tomar en esa cantidad, necesitaba aprender a controlarse, por esas decisiones impulsivas siempre arruinaba todo.

- Eh despertaste – Dayla fijo la vista en el bulto que distinguía a un lado de la sala, era la rubia su tono de voz lo recordaba bien – ¿quieres agua?

<< Ni se te ocurra agarrarle cosas a extraños >> – rezongó la conciencia – no tengo seis años – discrepó ella en la mente – << cómo no te envenenan >>

- Si por favor – respondió ignorando la voz.

La rubia se acercó con una botellita de agua mineral, se la tendió sonriéndole y sentándose a en la mesa de junto.

- Mi nombres es Alise, no nos presentamos ayer.

- Un gusto – alargo la mano tomando la de ella dándole un apretón.

- ¿te sientes mejor?

La morena asintió con la cabeza con la boca llena de agua – sí, me tome un par de pastillas para la ansiedad pero creo que me narcotizaron, lo hice sin pensar y pues... gracias por ayudarme – finalizó a ver que comenzaba a divagar.

- No hay de qué ¿quieres hablar de lo que pasó allá abajo? Te veías bastante afectada.

Podía decir que nada había pasado, pero la chica y el barman le habían sacado de apuros, no estaba segura cuantas personas lo hubiera hecho, cualquiera podría haberle robado sus pertenencias y la habría dejado tirada en el baño. La chica la miraba detenidamente y ella no se podía resistir necesitaba inventar algo. Miró alrededor, era una bonita oficina, limpia y ordenada, la vista ya se le había aclarado aunque comenzaba a tener nauseas, seguro las pastillas seguían teniendo efecto sobre su organismo, no creía que ansiedad quisiera volver.

- No estoy del todo segura, pero lo más probable es que se tratara de mi jefe, el hombre que busca a la chica – respondió sin más, luego se quedó pensando – bueno, era mi jefe, después de hoy creo que me he quedado sin trabajo.

- Parecía un loco ¿Qué sucedió? – la chica parecía algo alarmada.

- Quiso propasarse conmigo sexualmente y pues lo golpee, salí corriendo y él tras de mí... – tragó en seco y calló.

- ¿Lo golpeaste? ¿Fuiste tú quien lo hizo sangrar?

- Estudie por meses defensa personal – dijo encogiéndose los hombros.

<< Maldita sea cállate o mejor suéltate de la lengua dile también que eres la esposa de uno de los policías más corruptos de este país, para que ver si conocen a los narcos que buscan a tu esposo y te entregan como ajuste cuentas >> – gruñó la vocecita.

Su respiración se volvió agitada, nunca podía estar de acuerdo con la voz, eso era lo que la volvía ansiosa y la hacía perder el control de sí misma.

- Te estas alterando otra vez, venga relájate respira de espacio, inhala por la nariz y exhala por la boca, hiciste lo necesario, no muchas mujeres pueden sacudirse a Arturo como la basura que es.

- ¿lo conoces? – lo miró extrañada haciendo lo que ella le indicó.

Por aquí todo el mundo lo conoce, dueño una de las empresa de contabilidad de la cuadra, un tipo adinerado y mujeriego, de hecho, se gastaba mucho dinero en mujeres y bebidas, de vez en cuando le mete también a las drogas, por aquí tiene a muchas bailando en el plato. Mi primo le tiene un hambre tremenda después de un problema que sucedió aquí en el bar.

- ¿hambre?

- Si mi... – la rubia la miró haciendo una mueca de lado – rayos me dijo que cuando despertaras le dijera, ya vuelvo.

Alise regresó con su primo, la morena miró barman, recordando lo que había sucedido en el baño, había sido él quien la había cargado hasta allí. Tom se paró frente a ella dándole una mirada inquisidora.

- ¿Te encuentras mejor? – su voz sonaba distinta en ese momento, más gruesa y rustica, se sintió acobardada y apartó la mirada.

- Tom ella fue quien le rompió golpeo al imbécil ese – cantó la rubia – se lo merecía por abusador.

Él volteo a ver a la rubia y después a ella.

- Quiso abusar de ella, por suerte mi bella amiga sabe defensa personal y lo puso como camote.

La chica no cerraba la boca y Dayla cada vez encogía más la cabeza avergonzada, esa chica necesitaba aprender a callarse.

- Leila – ella alzó la cara para mirarlo aun sabiendo que ese no era su nombre – ¿te tocó?

Negó con la cabeza bajando a mirar que las manos de él estaban empuñadas, no podía decirle lo que había ocurrido el día anterior – solo lo golpee y corrí.

- ¿y entraste a esconderte aquí?

Estaba agotada mentalmente, cansada de tantas preguntas, Miguel, Arturo y ahora él, quería gritar a mandarlos a todos a pasear y correr lejos hasta desaparecer. El chico la miraba esperando aun una respuesta y que más daba, ya todo lo que había intentado estaba perdido.

- Por alguna razón sentí que estaría segura acá adentro solo entre sin pensar.

- Interesante perspicacia – aludió mostrándole una sonrisa.

Ella volvió a desviar la mirada fijándose en la rubia que también sonreía sentada en la mesa donde había estado cuando le dio el agua.

- Puedes estar tranquila, el aquí no es bienvenido y por cada persona a quien hastíe me da la oportunidad de patearle el trasero, yo ya me encargaré de ponerlo en su lugar, eres bienvenida a la familia Leila.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora