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Ella se lo pensó por varios minutos ¿aquella era una buena idea? Tom no parecía una mala persona, era bastante  atractivo simpático y a ella le atraía, aunque se había dicho una y otra vez que debía estar sola no podía evitar sentir atracción, sin embargo los cambios de humor que había presentado en distintas escenas la hacían debatir entre aquella propuesta.
- Si aceptara ¿Qué tendría que hacer? – preguntó algo cohibida.
- Es algo súper sencillo, nuestro chofer se ha ido de baja, por lo que estamos buscando quien lo supla, solo deberás ir a buscar mercancía y traerlas al bar.
- ¿Solo eso? ¿Qué tipo de mercancía seria?
- Sí, te lo dije es algo sencillo. Traerías  las cajas con los alcoholes, endulzantes, frutas, gaseosas; nosotros hacemos los pedidos y tú solo irías a buscarlos y los traerías aquí, pero si quieres ser mi chofer, no me molestaría pasar un par de horas a solas contigo – bromeó quiñándole un ojo – te aseguro que no tendrás ningún problema, ni tendrás que lidiar con bastardos iguales que tu antiguo jefe, solo me rendirás cuentas a mí.
Era el empleo muy perfecto para ser verdad, miraba a Tom tratando se descifrar en su mirada algo que le dijera que no era un hombre de fiar, este solo le sonreía.
- ¿Qué me dices aceptas?
- Está bien – respondió recelosa - ¿Cuándo debería empezar? recuerda que tengo esto – señaló el yeso que tenía en la pierna.
- Lo había olvidado ¿Cuándo te lo quitan?
- En dos semanas, aunque creo que puedo manejar, lo que si no tengo es auto para hacer el transporte.
- Eso no es problema, de igual manera los conductores no utilizan auto propio, el bar te facilitará una camioneta para el transporte de la mercancía, yo me encargo.
- Se nota que tienes mucha influencia – había pensado en voz alta, Tom la quedó mirando y ella se sonrojó. Se había sentido un poco intrigada, algo tenía él que no podía dejar  de pensarle, sentía que necesitaba conocerle y ya la había regado. - Llevo bastante tiempo trabajando es este lugar y al no haber tenido nunca algún problema los jefes me confían muchos trabajos, soy como uno de ellos – le dio una sonrisa saleada y fue a atender a un nuevo cliente.
Esa no era la respuesta que ella había esperado y aunque se sentía recelosa con respecto al empleo, >> nada nunca es lo que parece << le decía la vocecita en la cabeza, estaba consciente de que para que los uniformados hubieran estado allí algo se estaba cocinando; aunque a su vez  también se apuntaba a si misma que dejara de hacerse ideas, siempre se ponía obsesiva buscando cosas donde no las había terminaba poniéndose en evidencia, solo necesitaba dejar fluir la situación.

Llevaba semana y media trabajando en el bar, por los momentos el trabajo era todo un éxito; lo único que hacía era pasar por bodegas y supermercados en el centro de la ciudad, llegaba a los lugares tocaba el claxon y los encargados llevaban las cajas a la parte trasera de la camioneta, al terminar de cargar solo lo tenía que llevar al bar. Tomas por otro lado era excesivamente atento, cordial y amoroso, no había rastro de aquel hombre que había entrado a su departamento airoso y el que le había hecho preguntas allí en el bar.
Esa mañana se había presentado a trabajar bastante temprano, era el día en que correspondía retirarle la férula de la pierna, debía pedirle la tarde libre a Tom para ir al hospital, sin embargo al llegar al bar él no estaba, le había dejado encargado a uno de los hombres de seguridad a que le dijera a Dayla que llegaría tarde y que tenía que ir a una nueva distribuidora de vinos.
Ignacio, el hombre de seguridad, le entregó un aparatito GPS que le indicaría a donde tenía que ir. No fue problema llegar al lugar, estacionó la camioneta en el lugar, tocó el claxon dos veces y dos jóvenes con cara de malos amigos salieron del lugar, al ver la camioneta uno le habló al otro muy de cerca tapándose con una mano los labios y el otro sujeto asintió, ambos chicos volvieron adentro de lugar, minutos después salieron, cada uno llevaba una caja, las pusieron en la parte trasera de la camioneta, luego volvieron a la casa y aparecieron con dos más, fueron y vinieron  hasta llegar hasta llegar a dieciséis cajas, el chico de pies más oscura que no parecía tener mucho más de dieciséis años le indicó con el pulgar arriba que todo estaba listo.
Dayla trataba de ser ecuánime ante toda situación, no quería poner en duda el comportamiento de Tomas, que hasta los momentos se había comportado con ella como un hombre verdaderamente ejemplar, pero su intuición nunca fallaba y no pecaba de ignorancia al saber para lo que se prestaban esos lugares. No quería que esa situación fuera así, se sentía a gusto en aquel lugar, pero no tenía que ser un genio para darse cuenta que esa casucha vieja con las paredes empapeladas de un nuevo candidato a la alcaldía y anuncios de venta de pescado fuera una bodega para vinos españoles. Sin  esperar nada más puso en marcha la camioneta, la vocecilla en su cabeza le gritaba que parara en un sitio seguro y mirara lo que había dentro de esas cajas, pero su sentido común le decía que no metiera las narices donde no la llamaban, ella sabía lo que había allí.
Primera vez que se sentía tan insegura al buscar un pedido, en los días que llevaba trabajado ningunos de los proveedores le había dirigido la palabra; algunos, al ver la camioneta asentían con la cabeza, otros ni siquiera le miraba solo ponían las cajas en la parte trasera de la camioneta y se retiraban; sin embargo los pensamientos estaban destruyendo la tranquilidad que había tenido por días.
No pudo contenerse más, paró unas calles antes del bar, subió al estacionamiento del tercer piso de un edificio, había estado un par de veces en el piso de arriba viendo a la que era odontóloga y sabía que ese piso normalmente estaba vacío; apagó la camioneta y fue a la parte trasera, agarró una de las cajas de madera le quitó la tapa, miró confundida había únicamente tres botellas de pazo Barrantes, uno de los vinos mejores calificados por su sabor, por un momento se sintió decepcionada  casi nunca se equivocaba. La caja solo tenía heno y las botellas, tomó una de las botellas mirando a través de ella, se veía normal, hizo lo mismo con las siguientes dos botellas, en efecto no había nada dentro, sin embargo ese instantito para saber que algo no encaja no la dejaría en paz.
>> piensa un poco más << – instó la vocecita.
Removió la paja que había en la caja, inspeccionando si había algo escondido, no parecía que hubiese algo anormal, volvió a mirar la caja con las tres botellas afuera, allí estaba el detalle, la dimensión de la caja era bastante alta para tener un piso tan estrecho como mínimo entraban seis botellas de pie y esas tres estaban acostadas; con mucho cuidado echo a un lado el heno que había en la caja y golpeó el fondo de ésta, sonaba hueco, allí debía estar lo que buscaba, retiró lo mejor que pudo las hierbas secas retirando la tapa y mirando perpleja lo que había debajo, media docena de Walthers PPK con cartuchos y silenciadores incluidos. Revisó las siguientes cajas sintiendo un nudo en la garganta, todas, absolutamente todas tenían el mismo contenido en su interior.
Tardo unos minutos en recuperarse de lo que había visto, su mente daba muchas vueltas, sabía que eso era exactamente lo que podía encontrar o drogas, mas no estaba preparada para ello, no era igual imaginar que verlo y saber que allí también todo estaba podrido, dejó cada caja tal cual habían estado al inicio, se sentía ansiosa, podía sentir los latidos del corazón en sus oídos.
- Leila preciosa  – dijo Tom al verla entrar al bar por la puerta trasera – te has tardado un montón ya estaba preocupado.
- Eh – se aclaró la garganta – el sitio estaba bastante alegado, de regreso el GPS me llevó por la ruta más larga y había una tranca, me he desviado y parece que comencé a andar en círculos, todas las calles me parecían iguales.
- suele pasa, pero ¿te encuentras bien? te vez pálida.
Se aclaró otra vez la garganta – esta mañana me desperté con síntomas de gripe, quería preguntarte si podría tomar la tarde libre, hoy me toca por fin que me quiten este aparato – señaló la férula en su pierna.
- No hay problema, aprovecha que vas al hospital y pide algo para esa gripe, odiaría que una chica tan hermosa como tú se enfermara – le guiñó un ojo y ella volteo con disimulo a mirar hacia la puerta – ¿ya comiste? Hace un momento mande a Alise por el almuerzo ¿será muy tarde para decirle a que te traiga una sopa? Eso siempre ayuda.
- No te preocupes, estaré bien, buscaré que comer de camino, ya es suficiente con que me des la tarde libre.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora