Al estar dentro fue directamente al baño, sentía que iba a vomitar, se encerró en uno de los cubículos bajo la tapa del váter para sentarse sobre él. Sonrió amargamente al pensar las condiciones en las que estaba.
<<Buen trabajo Dayla, Ayer dejaste que tu jefe te tocara y hoy le fracturaste la nariz, estas prosperando ¿Qué será mañana, lo mataras?>> Querelló la conciencia, se llevó las manos a la cabeza suspirando, pensó que llamar a Miguel él la ayudaría << claro, también te hará miles de preguntas sobre Evans, te disuadirá de volver, mamá y papá y un montón de mierdas que tú sabes que...
- Jo... déjame pensar – dijo en voz alta soltando una lágrima.
Odiaba llorar, sin embargo bajo la presión que sentía cada día, el escenario que había vivido en aquel momento y la voz continua en su cabeza la iba a volver loca. Después de estar unos minutos en sobre el váter y haberse descargado de su frustración salió del cubículo; al mirarse en el espejo vio que tenía los ojos un poco hinchados y el rimmer corrido, se peinó con las manos mojándose un poco el cabello – ok deja vu.
Pensó que por suerte para esa ocasión tenía su propio maquillaje, sacó de uno de los bolsos un pequeño porta cosmético donde llevaba un cubre ojeras, un compacto y un labial rosa, no solía maquillarse pues no sabía hacerlo como las chicas comunes pero ultimadamente aquellos tres instrumentos le habían resultado muy útiles. Estaba terminando de maquillarse cuando la puerta se abrió dejando ver a la rubia que le había pintado los labios el día anterior, la chica le dedico una sonrisa y asintió la cabeza a forma de saludo.
- Hola – saludó la morena alzando la mano.
- ¿Hoy no te doy labial? – bromeo, parándose al lado de ella lavándose las manos.
Dayla sonrió con vergüenza, le era difícil saber cómo reaccionar ante aquellas situaciones, metió en el bolso para salir del baño despidiéndose de la chica.
Cuidado al salir – le dijo esta al voltearse – un tipo loco está haciendo un escándalo, al parecer que hubo una pelea en la calle y ese imbécil está buscando a una chica; acaba de golpear a dos de seguridad, está desquiciado.
Las palabras hicieron que a la morena se le aceleraran los latidos cardiacos, volteo mirando a la chiza, había comenzado a respirar agitadamente, estaba entrando en un estado de pánico, dio dos pasos atrás quedando pegada de la puerta de entrada, la vista inmediatamente se le comenzó a nublar, sentía como si la caja torácica se le estuviera comprimiendo, comenzó a respirar por la boca, se sentía acalorada, comenzó a arrastrarse por la pared quedando sentada en el piso del baño.
- Ok, ok – escucho decir a la rubia que se acercaba – relájate, no debes preocuparte, en este momento ya lo deben haber sacado, tú tranquila – luciendo preocupada - ¿Quieres agua? ¿Viniste con alguien? ¿Necesitas que lo busque?
- Me busca a mí – alcanzo a decir, le estaba comenzando a faltar el aire.
La rubia retrocedió mirándola con los ojos como platos – iré a buscar a alguien ya vuelvo; salió de baño dando trompicones, Dayla presentía que aquella chica no iba a volver.
Mientas, ella abrió uno de los bolsos y saco el blíster de pastillas exprimió varias y las tragó de un solo tirón eso debería aliviarla en un instante, luego buscaría como luchar con los efectos del somnífero – una cosa a la vez – pensó.
Pasaron unos minutos, las pastillas estaban haciendo efecto rápidamente, sentía los ojos cargados, se le cerraban con pesadez; ya estaba más calmada y la compresión que había sentido en el tórax casi había desaparecido, la puerta se abrió y la rubia entró acompañada por alguien, un hombre – ella – escuchó una voz femenina decir, era la rubia.
El sujeto se agachó ante ella dejando ver su cara, tenía la vista borrosa sin embargo conocía ese rostro, era el tipo de la barra, con quien habida platicado el día anterior.
Él al ver de quien se trataba y volteo a mirar a la rubia – yo la conozco – Dayla escucho que le decía a la rubia – bueno, la conocí ayer no olvidaría su cara, estaba un poco tímida.
- Ayer yo también hable con ella, aquí, me veía mientas me maquillaba así que le aplique un poco del labial que me compraste.
- Eh – escucho nuevamente decir a él – recuerdo su nombre ya van, Leila.
- No sé, conmigo no se presentó, parece estar desmayada ¿Qué hacemos?
- Eh Leila, abre los ojos ¿estás bien?
La cabeza le comenzaba a dar vueltas, los escuchaba pero apenas podía abrir los ojos, sentía como si fuera cayendo en un pozo – ¿le había comprado un labial? – dijo la vocecita en su cabeza. Se sintió ridícula por pensarlo, su jefe la estaba buscando para hacerle sabe Dios qué, estaba dopada y tontamente estaba pensando que el labial que simpático barman le había comprado a la rubia.
- Ven ayúdame a llevarla arriba – escucho de nuevo la voz del hombre.
- ¿crees que tengamos que llamar a Richard? – le pregunto la rubia.
- Esperemos a ver cómo reacciona.
Tom la cargó como si de una niña se tratara, la rubia tomo sus cosas, mirando los ansiolíticos la habían dopado casi por completo – mira – le mostró a su acompañante, no podía abrir los ojos pero estaba segura de que él la estaba mirando.
- Seguramente a esto se debe ser por eso – terminó diciendo él.
Comenzó a sentir como el hombre caminaba con ella en brazos y su conciencia empezaba a reprochar << ¡te has drogado! ¿Crees que fue buena idea tomarte todas esas pastillas? ¿Si estas personas saben quién eres? te entregan a Arturo o peor a las personas que buscan tu sabes quién >> intentó abrir los ojos aquella voz tenía razón, había sido una pésima decisión el tomarse aquellas pastillas, nunca imaginó esa cantidad que la dejarían en ese estado.
Su mente ya había comenzado a desvariar, sabía que estaba en los brazos de alguien, pero no estaba clara de quien, sentía que eran unos brazos delgados pero tensos, sintió cada paso que daba, como subían escaleras, como se abría una puerta y luego sintió su cuerpo reposar en un lugar cómodo – ¿una cama? No, quizá un sillón.
- Necesito ir abajo – lo escuchó decir al hombre – necesito verificar un asunto, cualquier novedad o cuando se recupere llámame o ve a buscarme.
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JURAMENTO una venganza
Teen FictionDayla Martí trata de ser una chica normal, su meta es intentar pasar desapercibida en la pequeña ciudad donde recientemente se mudó, esta joven de tan solo 27 años guarda un secreto que la hace ser el blanco exacto de un grupo de mafiosos, su pasado...