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     Tom se retiró dejando a Dayla y a Alise en la habitación, la rubia se sentó al lado de la morena entrelazando su brazo con el de ella como si fueran las mejores amigas.

- Le caíste bien a mi primo – anuncio la chica con una sonrisa – pocas veces ha invitado a personas para que comparta con nosotros, me siento emocionada creo que seremos buenas amigas, ¿quieres bajar a tomar algo? – Alise hablaba con fruición.

- No creo que sea buena idea, aún estoy un poco mareada por las pastillas.

- Cierto, las pastillas – afirmó aun sonriendo – aunque también podríamos tomar algo que no lleve alcohol; me gustaría conocerte más, eres muy hermosa, amo tu color de piel, yo por más que me bronceo y jamás quedo así, amo ese tono, mi primo dice que un color canela pasión.

Dayla sonrió ante el comentario. Alise parecía ser una chica extrovertida y vivaz, debía tener unos veinte pocos años. La miró detenidamente mientras ella le sonreía, era una chica encantadora sin embargo debía ser muy cautelosa a la hora de darle alguna información, en solo minutos había cantado como un canario a su primo, lo que ella le había contado de Arturo, quizá no lo hubiera hecho con mala intención, pero en personas así fácil confiar.

>> Es mejor que te vayas Dayla no sabes las intenciones de estas personas << – inquirió la vocecita dentro de su cabeza – >> deberías considerar irte de esta ciudad <<

Desde hacía mucho disentía con cada opinión que la vocecita en su cabeza le daba, pero esta vez esa idea que era la más sensata; nueva ciudad nueva vida allá podría intentar pasar desapercibida, quizá pintarse el cabello, cambiarse el color de los ojos, necesitaba hacerse maestra de disfraz.

- Me siento un poco colgada – le respondió a la rubia – creo que lo mejor es que me vaya a descansar.

La rubia hizo un puchero mirándola con ojitos de gato.

- Presiento que jamás te volveré a ver y esto será una despedida.

Dayla la miró sin saber que decir, las personas no podía leer mentes, eso era científicamente imposible.

- Alise yo...

>> Ni se te ocurra decir algo << – chillo la vocecita en su cabeza.

Ella no sabía cómo actuar ante dificultades como esas, le costaba mucho tomar decisiones y se hacía amable a todas las personas, por lo que al final siempre salía lastimada. Trataba de ser imponente, impasible y persuasiva pero en el fondo era una niña el cual lloraba por sus padres en un cuarto con poca luz y puertas de hierro.

- ... solo necesito descansar, hoy fue un día difícil para mí.

La rubia la miro dándole esta vez una sonrisa ladeada - No te preocupes, aunque no lo creas entiendo tu situación, mi novio también sufre de ansiedad y sé que ve extraño en hombres pero no tiene nada de malo, yo creo que eso no lo hace menos hombre, en fin. El siempre evita estar en situaciones de tensión y a veces quiere estar solo eso o ayuda para sentirse bien – definitivamente a aquella chica le gustaba hablar más de la cuenta y decir cosas personales, necesitaba cuidarse bien de ella.

La puerta se abrió dejando ver a un simpático joven vestido de negro, de piel blanca y músculos bien formados, sus ojos eran azules, su cabello hacia juego con y ropa y traía un corte militar; el chico cerró la puerta y miró a las chica una frente a la otra quedando perplejo al distinguir a la morena, ella al mirarlo también lo reconoció al instante, era compañero de trabajo de Evans.

- La morena trago en seco tratando de controlar su nerviosismo, su corazón comenzaba a latir ferozmente – >>hasta aquí llegaste niña<< – anuncio la vocecita en su cabeza con rigor.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora