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No tenía caso perseguir a ninguno de los dos,  ahora más que nunca necesitaba respuestas, llamó repetidas veces a Tomas pero este no respondió, alise la había dejado encargada del establecimiento, pero ella no sabía que hacer allí, buscó a Piero por el lugar sin encontrarlo, estaba anocheciendo y el lugar comenzaba a llenarse, le marcó nuevamente a tomas dejándole un mensaje en el buzón.
- ¿Estas segura de que era el mismo hombre?
- No tengo duda de ello.
- Venga Dayla pero eso no tiene sentido, espera un mensaje de Alise– miró la pantalla del teléfono – pregunta que donde estoy ¿no sabía que estaba aquí contigo?
- No, todo pasó muy rápido.
- Otro mensaje – mira absorto el teléfono – en pocas palabras que venga aquí a relevarte que ella esta con Tomas arreglando un asunto familiar.
Ambos se miraron en silencio
- Verás Tomas tiene un hermano…
- Escuché de el – le interrumpió ella – asunto complicado – volvieron a guardar silencio – ¿crees que estarás bien? estoy un poco agotada, me gustaría irme a casa.
- Anda tranquila, lo estaré.
Iba camino al departamento pensando en todo el embrollo en el que estaba metida, tenía dos opciones, huir como lo había hecho otras veces o arriesgarse.
*****
La decisión estaba tomada esperaba no arrepentirse, desvió el auto hacia el último lugar donde esperaba ir en mucho tiempo, pero no conocía ningún otro lugar por donde comenzar, estacionó la camioneta a unos kilómetros del lugar, la calle estaba transitada y había cámaras por todos lados, necesitaba hacer algo, entro en una tienda de prendas usadas, compro una sudadera con capucha y una gorra, así por lo menos podría ocultar un poco su rostro.
Llegó al lugar tanteando las maneras de entrar, era muy arriesgado entrar por la puerta principal, así que rodeo el lugar yendo a la puerta trasera, para su suerte para estaba abierta, un camión de basura estaba recogiendo los desechos en esos momentos, habían varios hombres sacando cestos de basura, aquel era el momento perfecto para colarse, mientras uno de los hombres que rodaba el cesto paso por donde ella estaba escondida, se agacho pegándose a un costado de este para ocultarse de la cámara que estaba en la entrada y así poder entrar, ya adentro buscaría como burlar las demás.
Estando ya dentro, necesitaba una tarjeta, ninguna puerta se habría sin ella, caminó un par de puertas buscando la del personal de limpieza, quizá allí encontraría algo, escucho voces que venían por el pasillo, así que tiro de la puerta más cercana, parecía que la suerte estaba de su lado esa noche, pues esta estaba abierta, entró tratando de ni hacer ruido, miró alrededor, en la habitación solo habían dos sillones largos de madera y varios lokers, cada uno de ellos tenía inscrito los nombres de los propietarios, solo habían tres mujeres, debía de probar, como todos estaban cerrados se quitó de la parte trasera del moño que llevaba un gancho, con eso lograría abrir la puerta. En un minuto la puerta del casillero estaba abierta y en cinco ella estaba vestida con la ropa de Rosmerta.
- Lo siento – le dijo al casillero de la mujer como si la estuviera oyendo – espero que esto no le cause problemas a muchas personas.
Quizá estaba exagerando las cosas al entrar así, ella no era una fugitiva, sin embargo durante tantos años había aprendido en no confiar en nadie.
Salió de la habitación colocándose nuevamente la gorra para tapar un poco su rostro, vestida así podía pasar más desapercibida ahora necesitaba buscar las maneras de llegar a las oficinas y lo más importante, conseguir la llave.
- He tu – escucho a una persona que se acercaba a ella a toda prisa, volteó a mirar cautelosa, era una mujer con el doble de edad que ella se acercaba a toda velocidad – necesito que me hagas un favor – ella asintió – estoy recogiendo la de las oficinas pero necesito ir al baño, me estoy columpiando el tamarindo, esta noche hay poco personal y yo no creo poder aguantar, solo faltan las dos oficinas de arriba, pero una lleva tiempo desocupada así que solo saca la del señor Lorusso.
Sin alguna duda los planetas debían estar alineados a su favor en ese preciso instante.
- No hay problema yo te cubro.
- Gracias, aquí está la llave, no te tardes.
Caminaba con la cabeza gacha, mucha de las personas de los puestos de arriba la conocían, al llegar a la oficina miro el membrete  en la parte superior “Miguel Lorusso, Presidente”. Paso la llave por encima del lector, empujó la puerta con la espalda temiendo que él estuviera dentro o la cámara que seguramente apuntaba a la puerta la pudiese capturar. Recorrió con la mirada buscando las posibles cámaras, alguien tan importante como él debía tener más de una; respiró profundo, luego de que se sentara en la computadora tendría los minutos contados antes de que alguien se diera cuenta, también tenía que lograr salir sin que la alcanzase así que debía de salir por donde había entrado.
Bajo un poco más la visera de la gorra a sus ojos y avanzó sentándose frente al aparato, apretó el botón del monitor y este se ilumino dejando la pantalla en color azul, Password , decía en medio de la pantalla, dudó un momento, conociéndole bien debía ser un momento importante para él, probó con la fecha de nacimiento de su hija e inmediatamente el ordenador  entro en sistema, el quedo mirando la foto que tenia de fondo de pantalla, una foto de el con su esposa e hija en un columpio.
- Todos tenemos nuestro talón de Aquiles ¿no? – dijo viendo la foto.
A lo que viniste – increpó  la vocecita en su cabeza.
No disponía de micho tiempo, así que comenzó buscando en la data de archivos, ingresó el nombre de Tomas, la pantalla se iluminó con un documento que contenía su foto “Tomas Samir Darnley T” comenzó a leer, no había nada que lo incriminara, se había inscrito en el servicio militar obligatorio y se había enlistado pero no lo habían aceptado, pagaba sus impuestos, había sido interrogado por varias eventualidades en el bar, nunca había sido arrestado, nada de que lo pudiese culpar.
Miro el reloj de la parte inferior de la pantalla, habían pasado diez minutos, necesitaba buscar algo más y si sus hipótesis no fallaban, y nunca lo hacían, sin embargo necesitaba confirmarlo, colocó en la barra “William Darnley”. El documento apareció, solo tenía tres líneas; en la primera decía “William Paolo Darnley C”, en la segunda almirante de las fuerzas armadas (de baja) y en la tercera información clasificada. Miró la foto en la parte superior derecha, sin duda era el sujeto que había visto al salir del bar, estaba más joven, pero no había  duda era el mismo que había estado en el estacionamiento.
En ese momento una duda la asechó si era clasificado en el ordenador de Miguel con todo y su alto rango, solo habían dos opciones: estaban escondiendo algo o era alguien era alguien muy importante para ellos.
Si es clasificado para él siendo quien es, imagínate la clase de persona de quede ser ese tipo – la piel se le erizó ante aquel comentario, sintió un nudo en la garganta, ¿acaso podía el mandarla a asesinar?
El teléfono dentro de su escote vibró, era una llamada.
- Hola – dijo aclarándose la garganta, debía sonar de lo más normal.
- ¿Dónde estás?
Él no podía saber que estaba allí, miró el reloj en la parte naja solo habían pasado doce minutos.
- ¿Por qué la pregunta?
- Solo respondes a preguntas con otras preguntas cuando estas ansiosa o quieres evitar la pregunta, así que preguntare otra vez Dayla ¿Dónde estás?
- Estoy en el Market, se me antojó comer chuletas ¿Qué hay de malo en eso o es que ahora no puedo hacer mis compras?
- Espérame allí, iré por ti.
La llamada finalizo, necesitaba salir cuanto antes de ese lugar, apagó el ordenador y pasó la manga de la camisa por el teclado para borrar sus huellas, debía correr para llegar el supermercado.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora