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  La adrenalina del momento comenzó a agotarse, empezó a sentirse mareada una fuerte presión en la cabeza y ganas de vomita; a lo lejos escuchó forzadamente el sonido de una ambulancia, pasaba cerca se detuvo al ver la  multitud uno de sus ocupantes bajo al  auxilio del accidente, este hizo seña y otro  par de sujetos bajaron de la ambulancia a ver que sucedía y miraron a la chica parada al lado del auto sujetándose con una mano en el auto destrozado, las personas alrededor hablaban todos a la vez así que uno de los hombres de la ambulancia alejo acercándose a ella
- Señorita ¿Se encuentra bien?
   El zumbido que tenía en la cabeza a causa del impacto no le permitió escuchar lo que decía el hombre sin embargo consiguió entender lo que decía al leerle  los labios.
  - Estoy bien – respondió apenas oyéndose a sí misma.
Pero la voz en su cabeza que parecía reaccionar más rápido que ella dijo con sarcasmo >> Mi automóvil acaba de dar vueltas en el aire zopenco, ¿te das cuenta cómo está? ¿Cómo jodelines vas a preguntar si estoy bien? - Te llevaremos al hospital más cercano ¿puedes caminar?
     Era muy mala idea ir  a cualquier hospital no quería ser reconocida – no se preocupe yo … – no logró decir la última palabra cuando pues comenzó vomitar, el hombre de la ambulancia la tomó por la espalda asegurándole que eso era normal por el accidente pero ella apenas pudo oírlo pues callo desmayada en sus brazos.
      Cuando despertó hizo el intento de abrir  los ojos sin tener éxito, sentía la cabeza como un globo, un globo relleno de cemento además de tener el cuello tieso, tardo unos minutos e hizo un nuevo intento de abrirlos teniendo éxito esta vez. Luego de tener los ojos abiertos lo primero que pudo mirar era que estaba en una habitación  bicolor, la parte de arriba estaba pintada de beige y justo a la mitad de la pared había una cinta de girasoles que hacia la partición dejando por la parte de abajo un color azul eléctrico, típico color de las paredes de los hospitales.
      El respirador en su nariz le causó comezón el cual la hizo estornudar causándole un electrizante dolor, pudo darse cuenta que la razón por la que no podía mover el cuello, la razón era que tenía un collarín además de tener una pierna entablillada; La habitación estaba alumbrada pero solamente estaba ella se quitó el respirador y se rodó para bajarse de la cama.
- ¿A dónde se supone que vas? – Miguel entraba por la puerta con una jugo vino tinto que apenas vista se notaba que estaba bien espeso – no puedo alejarme cinco minutos porque siempre te quieres escapar ¿por qué te quieres ir? ¿Cuál es el afán?
- ¿Dónde estoy?
- ¿jugaremos a evadir preguntas? Está bien, yo también puedo hacerlo  – se encogió los hombros y se sentó en el sillón que daba frente a la cama.
       La morena se acomodó en la cama quedando semicostada, ese hombre tenía poderes psíquicos sabía leer su mente. Miguel la veía mientras hacia el intento de tomarse su espeso jugo,  ella también lo miraba sin decir una palabra.
- A estos jugos no deberían de ponerles sorbetes, apenas sale el líquido – dijo sacándoselo y quedándoselo en la mano mientras tomaba un gran trago – ¿sabes de que es verdad?
- Remolacha, zanahoria y naranja – respondió ella dándole una sonrisa ladeada – cuando era niña papá decían que lo tomara, que era sangre de vampiro y si lo tomaba todo viviría muchos años, así como Drácula.
- Entiendo ¿esa es la razón por la que eres casi inmortal verdad? – Ella se encogió los hombres – tu auto quedó destrozado – anunció él cambiando de tema – deberías comprar vehículos que sean más que resistentes, los  escarabajos son buenos, ¿sabías que los nazis financiaban a porche en los años…
- … de la segunda guerra mundial. Si, fui yo quien te lo dijo – respondió mirándole, se comenzaba a sentir más tranquila
- Cierto, bueno volviendo al asunto del accidente, el doctor que te atendió quedo impresionado, dijo que tenías un santo muy grande o eras de mucha fe, solo tuviste torceduras en piernas y cuello y el golpe en la cabeza, es muy impresionante ¿sabes? Puede que te estén cuidando desde allá arriba o tengas suerte.
- Sobretodo suerte – se inclinó hacia adelante en la cama, las ganas de vomitar habían vuelto.
- El doctor dijo que eso pasaría por unos cuantos días, el golpe en la cabeza fue fuerte pero nada extremadamente grave, también dijo que no te extrañaras si estornudabas o vomitabas con sangre, los coágulos del golpe tienen que salir por algún lado.
     Dayla comenzó a mirar a Miguel detallando su rostro, su cabello estaba casi completamente blanco, tenía unas grandes bolsas debajo de los ojos; se veía viejo y cansado, había envejecido en exceso se miraba completamente se miraba muy distinto a como lo había conocido, tenía una  sombra de bigotes y barbas se asomaba en su rostro, nunca lo había visto con ella, siempre estaba perfectamente afeitado.
- ¿Sabes quién hizo esto Dayla?
- Un borracho, supongo, o alguien que se pasó el alto – dijo apartando la vista de él – alguien que esté buscando a Evans, no lo sé.
- Tu jefe quizá – inquirió tomándose el último sorbo de jugo – la morena lo fijo los ojos en él sin permitirse responder – yo lo veo todo, lo sé todo y si no es así me lo cuentan pequeña, no lo tienes que olvidar nunca. Sin embargo las cámaras de la avenida estaban muy borrosas no se pudo distinguir mucho del atacante ¿recuerdas algo que valga la pena?
- Vi la matricula antes de que se fuera.
- Helen Keller ven acá – el hombre vociferó e inmediatamente entró una pelirroja con unos pantalones de mezclilla ajustados, botas de tacón con un estilo militar y una sudadera con capucha negra, llevaba un moño alto dejando caer los rulos que le llegaban hasta más debajo de los hombros.
- Aileen – pronunció Dayla quedándose de piedra.
- Dayla, te presento a Helen Keller, trabaja para mí – anunció el hombre señalando con la mano.
- Helen Monteverde – corrigió la pelirroja rodando los ojos.
 - Cuando supe que habías tomado este nuevo trabajo con semejante personaje, por no decir algo peor, debíamos tener a alguien cerca de ti en ese lugar, así que mande a Helen Keller para que te cuidara. La idea era que se convirtiera en tu mejor amiga y compañera de trabajo, pero eres un hueso duro de roer, me dejaste a la pobre muchacha luchando en vano.
- Mi apellido es Monteverde
- Como sea – dijo sin importancia – Dayla vio el número de la matrícula de auto que la chocó, necesito que lo ingreses en el sistema a ver que sale – hizo un gesto con la cabeza para que la morena indicase el número.
      Ésta miraba a Aileen o Helen, como aparentemente se llamaba y al viejo Miguel aún en shock. No podía creer que había sido su informante en todo el tiempo que tenía trabajando allí y ella no se había dado cuenta, sabría Dios si en los otros trabajos también había tenido a alguien vigilándola.
- ¡Dayla el número! – dijo el hombre al verla ida.
- AB424RI – recitó mirando el piso, pensando que aquella situación, sin saber que opinar al respecto.
 Levanto la vista mirando que la pelirroja la veía sorprendida – ¿segura? – preguntó un poco dudosa.
      La morena miró a Miguel y éste a la chica respondiéndole – puedes estar completamente segura

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora