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La pelirroja  salió de la habitación dejando a Dayla y a Miguel solos. La morena echó la cabeza hacia atrás apenas podía recostar la cabeza de la almohada sentía tan fuerte el dolor de cabeza propiciado por el golpe, que creía que le iba a explotar, cerró los ojos y respiró profundo, en ese momento lo único que necesitaba era  escuchar la voz de su padre diciéndole que todo estaría bien.
- Por tu cara puedo intuir en en lo que estás pensando, los encargados del hospital los llamaron pero ninguno contestó, por eso me llamaron a mí, no sabía que me tenías como familiar – ella cerró los ojos con más fuerza tratando de evitar que cayeran las lágrimas.
- Nena – dijo el hombre parándose de sillón, ubicándose a su lado y tomándole la mano – quiero que sepas que estoy a tu lado, confía en mí para lo que necesites.
- Fue idea de mamá ¿sabes? – Dijo ella con voz ronca – aunque ella nunca te conoció, tenía fe en ti.
El hombre asintió acariciando su mano – discúlpame por no prestarte atención cuando me hablaste de lo que sospechabas con Evans, tuviste que parar en un hospital para darme cuenta que si es verdad que las apariencias engañan.
- Ya no importa, ha pasado mucho – respondió incomoda, odiaba hablar de él –  ¿en dónde estoy? ¿Cuándo me puedo ir?
- ¿Siempre evitaras las conversaciones cuando su nombre aparezca? Dayla necesitamos saber cosas que tu solamente sabes – ella miro hacia la puerta acomodándose un poco en la cama, entonces él supo que no tendría más respuesta sobre el tema – Estamos en el Hospital de veteranos.
- ¿Cómo fue que llegue aquí? Este no es sitio para mí, ni siquiera está cerca del accidente.
- Helen me informó lo de tu jefe, ella debía estar cuidándote pero la necesitaba en otro lugar, así que mande a varios de la agencia a seguirte, me avisaron que te estaban siguiendo, cuando la camioneta impacto con el auto y llegó la ayuda, les dije que le dijeran a seguridad civil que te trajeran aquí más privado y seguro.
- Claro ¿Cuándo me puedo ir? – repitió un tanto enojada sin saber por qué.
- ¿Para qué te quieres ir? – preguntó solándole la mano
- ¡No pretenderás que viva aquí!
- Eres demasiado terca Abigail, saldrás en unos días y cuando lo hagas irás a tu casa con Helen y esperarás mis órdenes.
- Ya no trabajo para ti.
- Esto no se trate de si trabajes para mí o no, puedes ser una adulta, tener cincuenta años – comenzó a alejarse de ella hacia la puerta – pero mientras esté vivo  mi deber es cuidarte, se lo prometí a tu padre y lo cumpliré – terminó diciendo con enfado – por encontramos a alguien que seguramente tú conoces, que tuvo la osadía entrar y querer burlar la seguridad de las oficinas donde están las evidencia de los casos, lo iba a mandar a fusilar por desertor, pero aseguró ser amigo y tener una explicación.
    El hombre termino de salir se la habitación y minutos después entró Piero, tenía la cara toda moreteada e inflamada, uno de sus ojo apenas lo podía abrir de hinchado y morado que lo tenía, el labio inferior también se veía crecido y roto, la morena al verlo se acomodó en la cama un poco afectada por su semblante.
- ¿Qué tan mal me veo? – preguntó este bajando la cabeza.
- ¿En qué rayos estabas pensando? ¿Ahora somos amigos?
- Me parece que necesitaré encontrar una buena excusa que darle a Alise y a Tom cuando los vea – dijo caminando hasta el asiento donde había estado Miguel – antes que nada, diré en mi defensa que hay muchos que te buscan por ser la esposa de tu sabes quién; Nick Fury blanco sabe cómo mantenerlos lejos. No es la primera vez que intento entrar, pero si la primera vez que me pescan, cuando supe que estabas en esta ciudad mi intención fue acercarme a ti, necesitaba saber si tenías alguna información de tu esposo, pero fue imposible, te protegen más personas de las que crees, por eso me sorprendió verte sola en el bar, Y así como estuve yo, hubieron muchos más, todos después de mi los pesqué y  los interrogue e incluso maté a un par, pero fue en vano, nadie sabe dónde está ese maldito.
- Eso no explica el por qué querías ingresar  en evidencias.
- Supe del accidente al instante, yo también te estaba siguiendo, vi la camioneta a la distancia, salí persiguiéndola pero la perdí, cuando regrese al sitio del choque, parecía que nada había sucedido, supuse que era obra de ellos – hizo seña con la boca hacia la puerta, Dayla entendió a quien se refería – estos golpes no me importa, que casi me fusilaran tampoco, necesitaba saber si era él, estoy desesperado, necesito encontrar cualquier indicio que me pueda dar la localización de Evans.
El chico tenia los puños apretados, la morena dejo de verlo situando los ojos en el piso, dio un suspiro antes de hablar –  Todos quieren saber dónde está Piero – volvió a suspirar – a mí también me hubiera gustado saber cuáles eran sus negocios, sus contactos, sus planes; que era lo que pensaba hacer. Algunos como tú quieren cobrar venganza, otros quieren tener lo que él dejó, pero no sé si eso valga la pena.
Levanto la vista para mirarlo, éste la miraba a la cara desde donde estaba sentado.
- Mi hermana solo tenía diecisiete años, era mi única familia, estaba a mi cargo por ser el hermano, mis padres murieron  antes del caracazo, después de eso mi apellido tuvo una mancha. Me enlisté en el ejército para poderle dar una vida digna – se quedó pensativo –  yo estaba su escuadrón, pero no todos estábamos en sus negocios, cuando él cayó eso no le importo a nadie, a la hora de la verdad siempre pagaran justos por pecadores ¿no? Mi hermana fue asesinada cuando fueron a buscarme – anunció con los ojos llenos de lágrimas – no hay día en que no piense en él, era mi única familia, solo era una niña. Quiero asesinarlo  – reveló sin de mínimo ápice de arrepentimiento – tú después de lo que pásate ¿qué quieres Dayla?
- Quiero que esto acabe.

JURAMENTO una venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora