𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄 | Amanda Evermore vive en el distrito uno, criada desde pequeña para ser una guerrera y así, cuando tuviese la mayoría de edad y estuviera totalmente lista, se uniría a los juegos del hambre como voluntaria para dar orgullo a su dis...
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𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄 ⌇ ☾ ❪ chapter fourteen ❫ ೋ ۫ ₊˚ life or death ˚₊ ۫ ۫
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Cuando abro los ojos lo primero con lo que me encuentro es con el sofocante foco que esta encima de mi, iluminando mi rostro. Luego siento las cómodas sábanas que tengo encima y por debajo, sonrió inconscientemente al principio, sin embargo, cuando recuerdo todo me altero de nuevo.
¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy? ¿Por qué no estoy en la cueva?
Del brazo derecho me salen varios tubos que se meten en la pared que tengo detrás. Cuando levanto mis manos para asegurarme de que sigo completa, noto que la mugre de tierra, sangre y demás se ha ido, de hecho, apenas puedo sentir la cicatriz de mi mejilla y la de mi mentón.
Lo que me asusta es estar totalmente desnudar, aunque la ropa de hospital me tranquiliza un poco. Miro a todos lados con tanta rapidez que me mareo, muevo la cabeza y escucho en pitido de la máquina a la que estoy conectada, que se altera un poco. Intento respirar y levantarme pero la correa que tengo atada a la cintura no me lo permite, solo deja que me levante unos segundos y vuelva a caer de golpe.
Me siento en peligro, asustada al no lograr moverme. ¿Qué es esto? ¿Alguna clase de castigo del Capitolio por haberlos puesto en prueba? ¿Van a matarme? ¿Y Peeta? ¿Está vivo?
Intento zafarme, con mucho esfuerzo pero solo provocó que la maquina se altere y una chica de cabello pelirrojo se adentre a la habitación con una bandeja. Al verla me dejo caer sobre la camilla una vez más, sabiendo que me dará respuestas.
—¿Peeta está vivo?— le pregunto.
Ella asiente con la cabeza pero no dice nada. Me coloca una cuchara sobre la mano para que coma y le da un leve apretón, lo cual me confunde, y me hace mirarla a los ojos, sonríe, muy amplio, lo cual me relaja.
—¿Dónde está?— añado.
Ella señala la puerta con la mirada y lo entiendo; debe estar afuera de esta habitación, quizá en otra camilla.
—¿Puedo verlo?
Está vez niega con la cabeza y se va, dejándome ahí detrás de la bandeja que transmite mi reflejo. Noto que todo rastro de cicatrices han desaparecido de mi rostro, no hay sangre, ni mugre, solo mi lisa piel volviendo a la normalidad.
El estómago me gruñe cuando huelo la comida, así que atacó el cuenco de caldo a cucharadas, me trago el agua y le doy un par de mordiscos a la manzana verde. Espero algo mejor, quizá un gigante buffet pero no es así.
Cuando termino mi comida nadie se preocupa por recoger mi bandeja, comienzo a preguntarme cuanto tiempo llevo aquí, recostada y encerrada. Solo sé que volveré a casa, que después de semanas estaré en mi hogar, en mi distrito, acompañada de rostros conocidos y volveré a mi rutina, quitando la academia y la escuela, claro.
