Llorar es bueno.
Las lágrimas tienen poderes curativos. Lo digo muy en serio, no es cosa de magia, es algo real: Liberan oxitocina y endorfinas, además tienen propiedades antibacterianas y limpian toxinas. Las lágrimas son perfectas. ¿No crees?
De acuerdo, seguro que estarás pensando que soy una charlatana, pero es cierto.
Antes de conocer los beneficios del llanto estaba rota por dentro y por fuera; mi cabello era débil, mis músculos se cansaban a cada paso, mis ojeras decoraban mi cara como pétalos marchitos y mi piel era seca como una áspera roca.
Pero eso fue hace mucho tiempo, no os preocupéis. Ahora ya no recuerdo cuando fue, pero decidí sentarme en un claro, en la zona boscosa a las afueras de mi ciudad y desde que me senté ahí, no paré de llorar. Lloré durante días, meses, años y siglos.
Y al fin, fui feliz.
Triste fue todo lo demás.
Muchos de los que intentaron acercarse a mi, se ahogaron con mis alegres y curativas lágrimas. La agonía de sus rostros flotantes hacía que llorarse cada vez con más fuerza, al principio resultaba confuso.
¿Cómo algo tan maravilloso pudiera traer tanta desgracia a otros?
Descubrí que no pasaba nada, en realidad aquellos náufragos lacrimosos tan solo alimentaban mi bendito y necesario llanto. Era un sacrificio que jamás pedí, pero al que jamás renuncié.
¿Quién lo iba a decir? Estos pequeños milagros cristalinos que salían de mis ojos, tan solo me curaron a mí.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...