Veo tus palabras apareciendo entre las páginas de mi cuaderno y me resultan tatuajes hechos a través de la cara B del papel. Desde luego no son mis palabras, ni mi trazo; es el tuyo, reconozco tu retorcida S, tu puntiaguda A y tu fluida B.
Paso la página pero ahí no hay nada. La inspecciono con consciencia, la toco con mis dedos, ahí ya no hay tinta.
¿Cómo llegaron tus palabras a mis páginas en blanco? ¿Qué hiciste con las que yo te escribí en tinta escarlata y brillante? A todo esto... Ni siquiera tengo un tintero a mi lado. ¿Con qué te escribí todo aquello que no recuerdo?
Siempre que parpadeo, las palabras desaparecen. No logro recordar lo que decías a través de mi papel, lo que decían tus palabras, ni las mías, ahora invisibles a mis ojos.
El carácter epistolar de nuestros encuentros me embruja, pero el vacío llega poco después y nuestras cartas se quedan en el olvido. El cuaderno está vacío, creo que ahora yo también estoy vacía.
Me vampirizaste en el último trazo, drenaste mi vida usándome como tintero y ahora tan solo: duermo.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...