Lara miraba sus uñas muy concentrada.
— Estaba pensando... ¿Qué habrá sido de Ali Campoy? —preguntó ella.
Eso me tomó desprevenido.
—¿Ali? ¿Alicia Campoy? ¿La de la universidad? ¿Por qué lo dices?
Lara se encogió de hombros y volvió a mirarse las uñas.
—Por nada... Tan solo... —titubeó.
—Dilo ya —supliqué aburrido de tanta incertidumbre.
—Usaba un esmalte de uñas muy parecido a este. Lo he recordado por qué me gustaba el que usaba —dijo Lara—. ¿Tú no tenías alguna teoría? Por aquel entonces todo el mundo en la uni tenía su teoría. Cómo tu y yo no éramos amigos... Siempre estabas ahí solo en el fondo de la clase.
—Ya... —murmuré con una sonrisa tímida mientras me recolocaba mis gafas de ver.
Lara me miró fijamente y giró la cabeza pensativa.
—Qué raro se me hace pensar que existió algún momento en el que no éramos amigos.
—¿Qué teoría tenías tú? —sonreí algo tímido, sin mirarla directamente a los ojos.
— Su madre era muy estricta. Tanto que la acompañaba a la universidad cada día. Era ridículo. Yo creo que huyó de su madre.
—Te vino bien que se "fugase"—remarqué esa palabra haciendo comillas con los dedos y riéndome un poco—. Te quedaste con su beca y gracias a eso nos conocimos trabajando como becarios. Si lo piensas bien si no hubiera desaparecido, no seríamos amigos. No hay mal que por bien no venga. ¿No crees?
Lara me miró con una sonrisa extraña. Vi algo raro en sus ojos, me miraba demasiado. ¿Sospechaba, tal vez? Imposible. Su tímido amigo no podía levantar ninguna sospecha. ¿O sí? Me sudaban las manos. Sostuve su intensa mirada.
Lara comenzó a reír y me despeinó el cabello con las dos manos.
—No hay mal que por bien no venga... —sentenció ella, volvió a mirarse las uñas y sonrió—. ¡Ah! Tienes que decirle a tu hermana que me consiga un esmalte de uñas igual a este. Es precioso.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...