Se escondió en los tiernos y húmedos rosales; su olor dulce se mezclaba con el de petrichor que emanaba de la tierra húmeda. Decidió que ese lugar sería un buen escondite, la niebla sería su amiga y las espinas de las flores, sus guardianas, nadie la buscaría ahí dentro.
Sintió que con cada latido de su corazón, su cuerpo se hacía cada vez más y más pequeño. No lo podía creer. Ese fenómeno extraño iba en contra de cualquier lógica posible, debía ser un milagro.
El rosal que con tanto cuidado cultivó desde que era un pequeño brote en la tierra, ahora era tan alto y majestuoso como una catedral. Era su propio palacio perfumado y jamás nadie le volvería hacer daño.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...