Caminaba dando un paseo nocturno, me relajaba. Mi ciudad era muy tranquila, me gustaba escuchar el rumor de los televisores en sus hogares, el sonido de los platos chocando contra los cubiertos en los fregaderos. Me sentía acompañada por mis vecinos y sus sonidos.
Poco a poco fui escuchando un nuevo sonido en esa sinfonía urbana: Las persianas.
Primero una. Era como una boca abriéndose a la negrura de su interior. ¿Alguien me observaba desde la oscuridad?
Luego otra y otra persiana. A cada paso que daba, cada calle que giraba, una nueva persiana se abría como un ojo ciego que me miraba. ¿Me miraban solo a mí? ¿Cómo había llegado a ese lugar?
Ahora lo recuerdo: Esa no era mi ciudad. Esas no eran mis calles. Esos no eran mis vecinos.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...