Se acercó con sigilo a la puerta de entrada de su pequeño apartamento. Le daban igual las historias de sus vecinos, de hecho no le importaban lo más mínimo. Caterina se había criado en una ciudad muy grande y estaba habituada a no tener ninguna relación con los residentes de sus antiguos bloques, pero en esta ocasión, era imposible no chismorrear.
Unos ruidos muy extraños interrumpieron su maratón de Los Soprano.
Las escaleras de su bloque eran un lugar tranquilo, como mucho se podía escuchar a los niños bajando las escaleras al galope, los soplidos de los que tenían que subir la compra cuando se estropeaba el ascensor e incluso algún perro llorando por tener que volver a casa después del paseo por el parque. Nada raro.
Sin embargo, aquellos ruidos sí que eran raros, le parecieron, ¿risas? ¿golpes en las paredes?
Caterina apagó la luz de su entrada y puso el ojo en la mirilla, una que normalmente le ofrecía una vista de ojo de pez muy práctica para evitar a vendedores de puerta fría.
La escaleras estaban a oscuras. Solo alcanzó a ver las parpadeantes luces del ascensor. Subía a su piso.
Esperó atenta en la oscuridad. Las puertas del ascensor se fueron abriendo mostrando la luz parpadeante de su interior.
Ahí no había nadie. Entonces, ¿por qué la luz del pasillo se había activado con el movimiento?
Más aún, ¿quién habían llamado al timbre? A su timbre.
Caterina, con el pulso acelerado, cerró los ojos. Fuera lo que fuera ese fenómeno no quería saber nada.
Fue hasta su habitación haciendo el menor ruido posible. Intentó quedarse dormida hasta olvidar ese asunto tan raro.
Así lo hizo. Y no fue una mala idea, os puedo decir. Al día siguiente se encontraron varias puertas del bloque abiertas. En su interior, un espectáculo tan terrible que muchos no podrían olvidarlo jamás.
Por suerte para Caterina ella no era muy curiosa y no le gustaba indagar en la vida de sus vecinos.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...