La casita de muñecas

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La disposición de los dormitorios era perfecta; el cuarto de juegos rosa, el dormitorio azul, el salón beige, la cocina blanca, el cuarto de baño verde

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La disposición de los dormitorios era perfecta; el cuarto de juegos rosa, el dormitorio azul, el salón beige, la cocina blanca, el cuarto de baño verde... 

Estaba tan impaciente; por fin colocó el último mueble en ese diorama de ensueño. 

¡Su magnífica obra maestra le hacía sentir un dios!

La maqueta era la diminuta versión de una casa y reposaba con majestuosidad encima de la mesa del sótano, que permanecía en la total oscuridad. Tan solo la pequeña casa estaba iluminada. Él se escondía en la penumbra, vigilante, como si fuera un espectador silencioso en un cine solitario.

Lo había decidido hacía mucho, se sentaría ahí, delante de la encantadora casita de muñecas todos los días,  y comenzaría el juego. Había llegado el momento.

Colocó a la pequeña muñeca en el centro del salón, tumbada encima de la alfombra persa. La observó con sus gigantes ojos, muy abiertos, no se quería perder ningún detalle.

Desde la densa oscuridad, sopló a la diminuta muñeca con delicadeza.

Ésta despertó. 

 

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El gabinete de los horroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora