Las manos delgadas y temblorosas de Alicia sostuvieron el candelabro, inspeccionó el basto y oscuro espacio con el suave brillo de las velas.
Ella sabía que no era correcto que una joven de su posición, o de ninguna otra, estuviera en camisón, con el cabello suelto y descalza fuera de su alcoba. Mucho menos por la noche. Pero la canción hechizante murmuraba su nombre a través del aire. Era absolutamente irresistible.
Alicia tentó a la suerte dando un paso tras otro, acercándose con miedo y emoción a la canción encantada. Deambuló por los pasillos dejando atrás su conciencia, a cada paso se le agotaba la voluntad y el miedo, puesto que estos dos jamás se pierden, se agotan. Se había convertido en una polilla, acercándose de manera peligrosa hacia la la luz.
La música era tan densa que se podía sentir con la piel y saborear con la lengua.
Llegó al gran salón, ahí, la melodía vibraba con fuerza entre las sombras y se acercaba a ella como serpientes enroscándose en sus extremidades. La hicieron bailar y bailar, aún con el candelabro sujeto de manera temeraria en ese baile desenfrenado. Era como una luciérnaga temblorosa y exquisita.
Todos los ojos, ocultos más allá de la muerte y la oscuridad, la miraban. Al fin habían encontrado a una doncella viva que podía escuchar su melodía.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...