Mi caballo necesitaba descansar, así que paré en una posada. Yo necesitaba dormir y beber un poco de agua, mi cantimplora estaba vacía desde ayer.
Estaba harto ¿Cuándo podría dejar ese trabajo horrible? ¿Cuándo podría ahorrar lo suficiente para casarme y comprar una casa decente? Soñaba con trabajar mis propias tierras y disfrutar de la tranquilidad de un hogar.
Yo vivía de posada en posada, de trabajo en trabajo. Mi caballo estaba viejo y cada vez soportaba menos el trote. La suerte se me estaba acabando.
La posada en la que paré estaba bastante alejada de los pueblos más cercanos. Se escondía a los pies de la montaña, coronada por un castillo de piedra negruzca y aparentemente deshabitado.
Entré en la húmeda y extraña posada. Unos ojos se fijaron en mi y me embrujaron.
Jamás pensé que seria yo el cáliz y que por fin tendría un hogar. Sus ojos de cripta y su sonrisa de espinas me devolvieron las ganas de vivir. Pero seguía teniendo mucha sed. Una sed enloquecedora.
Ahora esperaremos juntos en la posada, a que algún viajero me sacie de esta horrorosa sed. Tal y como yo sacié la de ella.
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El gabinete de los horrores
HorrorMi pequeña colección de microrrelatos de terror, dispuestos como fugaces pesadillas en una vitrina. Os doy la bienvenida a mi gabinete de los horrores...