Una sombra zigzagueaba entre los callejones del barrio comercial de Lutavia, la capital del Imperio. De fondo, se escuchaba el repiqueteo de cascos de caballo y, de vez en cuando, las bocinas de los novedosos automóviles de la Guardia, la brigada policial del Ejército. Durante un instante, el maullido de un gato rompió la monotonía, aunque esta no tardó en regresar.
El vaho que salía de las alcantarillas se mezclaba con la usual bruma y difuminaba la luz de las lunas, sirviendo de mayor protección para la sombra. También le daba un aroma acre al ambiente, especialmente en las horas nocturnas, pero a los pocos transeúntes que paseaban por las calles principales no les importaba. Estaban más pendientes de los lujosos escaparates, iluminados por la luz en el interior de las tiendas; de los artísticos carteles; y de los exquisitos objetos expuestos tras las cristaleras, ropa y complementos para caballeros y señoritas.
La sombra continuó con su zigzagueo a través de callejuelas secundarias, huyendo de la iluminación eléctrica de las farolas y dejando atrás varios cubos de basura, que los carromatos de barrenderos recogerían algunas horas más tarde.
Dejó atrás el distrito comercial y continuó por el barrio del ocio, hasta que dio con la puerta trasera que buscaba. Lo único que identificaba el local era una pequeña y desgastada placa de madera en la que se leía en lengua común: Tapsy's.
Dedos ágiles abrieron la cerradura de la puerta y pies ligeros avanzaron por pasillos poco iluminados y almohadillados mediante alfombras de terciopelo. Amortiguadas por las paredes, llegaban hasta allí las reverberaciones del piano, el saxofón y una angelical voz femenina. Sin embargo, el ritmo de la canción era animado, provocativo y descarado.
Se guio por él hasta el salón principal, y fue recibido por el humo y el aroma a puros y cigarrillos que flotaba en el aire.
El salón de cabaret estaba casi vacío, salvo por un grupo de soldados alrededor de la mesa de honor. Todos ellos, vestidos con el ajustado uniforme oficial, del color púrpura de la Luna del Emperador y botones, hombreras y cinturón dorados como el Sol.
Había muchas figuras importantes, pero entre todas ellas destacaba una, de ojos claros y cabello rubio, engominado y perfectamente cortado. El rostro cuidado y elegante de Leif Lindgren, la mano derecha del emperador, el Teniente General Lindgren. Junto a él estaba sentado su subordinado, un joven ancho de hombros y de mirada avispada, el Teniente Coronel Arvid Ekström.
La sombra se aproximó en silencio al General y se inclinó ligeramente con respeto, esperando a que este reconociera su presencia. Tras un fugaz vistazo del comandante y un apenas perceptible asentimiento, el espía se inclinó sobre su oído.
Los susurros duraron varios segundos y pasaron desapercibidos para todos los presentes, embelesados en la aterciopelada voz de la Diva. Todos salvo uno, el joven Arvid, quien se inclinó hacia su superior con absoluta sutileza para poder escuchar la información del agente. Sin embargo, sólo pudo captar un fragmento.
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Aztilan: La ciudad perdida
Fantasía*Historia en progreso* Incluso cuando todo parece perdido, la esperanza se abre camino. Wayra es una tecayari, una de los pocos que quedan tras la destrucción de su cultura a manos del Imperio Vör hace cuatro siglos, debido a la peligrosa magia que...