El incendio ya se había extendido por completo, así que los hombres de Hotah se habían visto obligados a retroceder. En la entrada se encontraba la Serpiente del Desierto, observando aquel infierno rojo con el rostro desencajado por la ira.
En el extremo de la última pasarela, el velero se alejaba cada vez más. Las llamas ya habían consumido la plataforma de madera. Tendría que buscar otra vía para alcanzarlos.
Su atención se desvió hacia la carabela. Aunque el fuego también había llegado hasta ella, tardaría en extenderse por toda la cubierta. Y, atada como estaba a varios cabos mediante sogas, no sería difícil acceder.
Ojeó los barcos a su alrededor mientras guardaba el machete y sonrió. Los mástiles estaban distribuidos igual que los árboles en un bosque. Se tomó un segundo para dibujar una ruta segura en su mente, que se destacó igual que las estrellas de una constelación y después se dedicó a saltar de uno a otro con la misma agilidad que un mono. Una vez cerca de la carabela, se aferró a una de las cuerdas y escaló por ella a pulso hasta llegar a la cubierta.
Desde la proa observó que el pequeño velero aún se encontraba cerca. Ahora sólo tenía que encontrar una forma de bajar.
Kanti la llamó desde el mástil más cercano y ella entendió de inmediato lo que quería que hiciera. Con algo de cuerda e impulso...
Pensó en el ovillo de cuerda en una de sus cartucheras. Podría servir, pero también podría quedarse corto. Aunque no se consideraba mala nadadora, no sabía si podría alcanzar al velero desde muy lejos.
Le dedicó un amplio vistazo a la cubierta y no tardó en localizar varias muestras de soga enrolladas junto a unos barriles. Perfecto.
Kanti se encargó de asegurar uno de los extremos y después sólo tuvo que tomar impulso para saltar al vacío, aferrando la cuerda igual que una liana. Un movimiento idéntico al que había repetido con su hermana cientos de veces en el pasado, y ciento de veces después, la única diferencia era la distancia.
Sin quitarle el ojo de encima al pequeño barco, esperó a alcanzar el punto de máxima velocidad y se dejó ir, permitiendo que la inercia le propulsara hacia delante, a apenas un par de metros del lateral del velero.
—¡Wayra! —Lenn se inclinó sobre la borda ofreciéndole un brazo para ayudarle a subir.
En cuanto puso los pies en la cubierta, evaluó al dueño del barco. Se había cruzado de brazos y sujetaba una navaja. Imaginó que el antropólogo le habría puesto al corriente de la situación, así que sacó una gema de su saquito y se la lanzó.
—Llévanos a Visser.
Él torció el gesto con un chasquido de lengua y agitó el arma.
—¡Es más de un día de travesía! Esto no sirve ni para cubrir el...
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Aztilan: La ciudad perdida
Fantasía*Historia en progreso* Incluso cuando todo parece perdido, la esperanza se abre camino. Wayra es una tecayari, una de los pocos que quedan tras la destrucción de su cultura a manos del Imperio Vör hace cuatro siglos, debido a la peligrosa magia que...