—Hola. Buenos días. ¿Ha visto a esta chica...? ¿No? Gracias de todas formas.
Con una sonrisa de agradecimiento y una inclinación de cabeza, Lenn se alejó del puesto del mercader y pasó al siguiente. Antes siquiera de que pronunciara palabra, y sin mirar el boceto que el joven sostenía, el barbudo hombre alzó una mano y negó, así que el chico continuó hasta el próximo.
Así estuvo durante alrededor de una hora.
Había seguido a la cazatesoros casi de inmediato. Incluso si ella había llegado a Naayee antes que él, no habría sido por mucho tiempo. Aún debía estar en la ciudad. Además, Naayee era una población mucho más pequeña que Tu'ux. Alguien tendría que haberla visto.
Y entonces, por fin, un viejo vendedor de incienso se quedó un rato mirando el dibujo, mientras sujetaba una pipa con la boca.
—Hum... Sí, creo que la he visto antes.
La expresión de Lenn se iluminó y él se echó un poco hacia delante con entusiasmo.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
—Hará un par de horas.
Tomó la pipa con una mano y con ella le señaló una calle llena de bares, tabernas y restaurantes.
—¡Gracias!
Se despidió del hombre con la mano y continuó con su búsqueda, listo para visitar todos los locales uno a uno.
Estaba cerca, podía sentirlo. Aquella chica, el mapa que había robado, era el indicio que necesitaba. El comienzo de su camino a Aztilan. Estaba seguro de ello.
Y no que equivocaba. La encontró en una de las tabernas a las afueras de Naayee. Sentada en una de las mesas centrales y con una jarra de cerveza a medio terminar en la mano.
Antes de acercarse, la observó con detenimiento.
Como mucho tendría un par de años más que él, pero la seriedad de su expresión le hacía parecer algo más mayor.
Al principio le había parecido extraño, pero en efecto iba vestida como un hombre, con una camisa de tirantes, unos pantalones del color de la tierra y unas botas de aspecto mucho más resistente que las de Lenn. Aun así, al mismo tiempo llevaba unos pendientes negros con forma de media luna fabricados en algún tipo de vidrio y la parte superior del pelo recogida en un moño mediante una varilla de madera.
Emitía un aura intensa de experiencia en la aventura, justo lo que Lenn necesitaba; lo que sólo confirmó el pálpito que el chico había tenido.
Se acercó a ella con decisión. Un par de delicadas cicatrices se destacaban en sus antebrazos, aunque no eran tantas como las que había visto en el otro cazatesoros. Además, por encima del escote de su camisa se apreciaban los trazos negros de un tatuaje.
ESTÁS LEYENDO
Aztilan: La ciudad perdida
פנטזיה*Historia en progreso* Incluso cuando todo parece perdido, la esperanza se abre camino. Wayra es una tecayari, una de los pocos que quedan tras la destrucción de su cultura a manos del Imperio Vör hace cuatro siglos, debido a la peligrosa magia que...